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El DSM V, El SAP Y La Salud Mental Soberana

Lic. Jorge Garaventa*

La Asociación Americana de Psiquiatría, American Psychiatric Association, (APA) ha anunciado que dentro de tres años, exactamente para mayo de 2013, verá la luz la versión V del DSM, Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5). Casi dos décadas después de la versión IV, la psiquiatría americana ofrece su nuevo producto al mundo psi. La APA ha publicado en su página una serie de cuadros propuestos para su inclusión por organizaciones ajenas a los especialistas convocados para establecer la futura revisión del manual. Dichas organizaciones son los, por ejemplo, autodenominados grupos de defensa de la Salud Mental, tan cotidianos en EEUU. en la custodia de intereses sectoriales. Los cuadros allí incluidos se consideran “en revisión” y un equipo de trabajo elevará la propuesta al comité científico, que tendrá la decisión definitiva, una vez que haya evaluado las distintas fundamentaciones a favor o en contra que ingresen a través de la página del manual: http://www.dsm5.org/ProposedRevisions/Pages/ConditionsProposedbyOutsideSources.aspx Una de las construcciones clínicas que se propone incluir, vehiculizada por asociaciones de padres alejados de sus hijos es el Trastorno de Alienación Parental, (Parental Alienation Disorder), derivado directo del Síndrome de Alienación Parental, (SAP), del que tanto nos hemos ocupado en otros escritos. Seguramente debido a su evidente inconsistencia, la flamante propuesta abandona el concepto de “síndrome”, (conjunto de signos y síntomas que caracterizan una determinada enfermedad), para reemplazarlo por “trastorno”, un concepto mas difuso pero usual en la jerga psiquiátrica amateur de los norteamericanos. Se insiste, de forma similar a lo anterior, en que el rechazo de los hijos hacia uno de sus progenitores es consecuencia de la programación que el otro, generalmente la madre, hace en ellos, frecuentemente en el marco del alejamiento judicial de sus hijos con motivo de acusación de maltrato o abuso sexual. En un solo acto, y como efecto de diagnóstico psicopatológico, la palabra del niño será repudiada, negada y silenciada, reducida apenas al destino de eco del rencor materno y el niño será un enfermo a curar por medio de un rígido y nada cuidadoso programa de desprogramación que estará a cargo del progenitor acusado de abuso o maltrato. . Los más elementales conocimientos de psicología evolutiva alcanzan para dar por tierra con semejante despropósito, aunque sabemos que no siempre la razón que surge de la fundamentación científica es guía en este tipo de decisiones. Alguien, con justísimo asombro, podrá preguntarse, más allá de nuestra solidaridad con los niños del norte, que interés puede tener para nosotros lo que decida o no incluir un manual de psiquiatría estadounidense. La respuesta es más asombrosa aún: En nuestro país, Argentina, los diagnóstico a través del DSM IV son el lenguaje obligatorio en obras sociales, escuelas, estrados judiciales, hospitales y cuanto espacio transite en establecer el estado psíquico o psiquiátrico de cualquier persona. Difícilmente tenga destino de circulación y menos aún de aprobación aquel escrito que no remita al compendio y utilice sus códigos numéricos. Esto es norma en los intercambios profesionales en salud mental hoy, y para reafirmarlo, algunas facultades implementan cursos para propiciar el uso adecuado del manual en cuestión. Abandonamos por un momento el análisis actual para remitirnos a las décadas del 60 y 70 donde los sueños se estrellaron contra la disolución del último gobierno de la democracia de la época y la instauración de una dictadura cruel y excluyente que sepulta cualquier proyecto de soberanía. La psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis atravesaban probablemente uno de los períodos más prolíficos y dinámicos, consustanciados con un proyecto de país y una visión humanizada e integrada de la Salud Mental. Mientras las entidades actuaban mancomunadamente en la elaboración de proyectos para la sociedad, había un entusiasta desarrollo de concepciones nacionales. Épocas en que Caparrós planteaba en la Carrera de Psicología su “Proyecto para el desarrollo de una psicología descolonizada en Argentina”, los grupos Plataforma y Documento sacudían las estructuras anquilosadas de la Asociación Psicoanalítica Argentina y la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires y la Asociación de Psiquiatras de la República Argentina eran vanguardia de la renovación de las praxis profesionales. Épocas de los más bastos desarrollos de la ciencia nacional. Se afirmaban entusiastas una psicología argentina, una psiquiatría argentina y un psicoanálisis argentino. Cada espacio tenía sus referentes que a su vez eran abanderados de la convergencia y el intercambio. Pichón Riviere hacía desembocar al psicoanálisis en una psiquiatría social, y lo comunitario era lo ineludible y necesario. Para entonces había acuerdo en lo que se dio en llamar una Nosografía Nacional o Clasificación Argentina de las Enfermedades Mentales. Simple, descriptiva y práctica apuntaba únicamente a colaborar con el hallazgo de las herramientas más adecuadas que permitieran aliviar el sufrimiento de quienes padecían algún tipo de trastorno psicológico o psiquiátrico. Eran tiempos del Antiedipo , la Psicoterapia del Oprimido y de Mauricio Góldemberg en Lanús. La dictadura necesitó aniquilar un proyecto de país para imponer un plan económico- político de desnacionalización. La Salud Mental no fue una excepción y sucumbió a la destrucción planificada. Con el asesinato, desaparición y exilio externo e interno de miles de profesionales tuvo un abrupto quiebre en el desarrollo científico autónomo. Alguna que otra voluntad soberana puede haber sobrevivido pero sin lazo social que era lo que le daba sentido y utilidad comunitaria. Así llegaron el DSM III, el IV y se apresta a desembarcar el V, con la prepotencia normatizadora desde una idiosincrasia ajena. Sostenemos entonces nuestra oposición a la inclusión del cuadro mencionado al principio, y cualquier variación del mismo tanto en el DSM 5 como en cualquier referente bibliográfico que se jacte de científico, no solo por carecer de principios sino porque su formulación es opuesta a la vigencia de la Declaración Internacional de los Derechos del Niño, que en nuestro país tiene rango constitucional. Pero también sostenemos que la lucha contra la colonización cultural tiene una batalla dura en el campo de las ciencias de la salud mental y que librarla con convencimiento es un paso mayor en busca de la recuperación de la identidad científica que ha quedado mal herida en el camino.

*Psicólogo Buenos Aires,19 de julio de 2010