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Presentación del libro “El resto qué piensa? Experiencias de análisis institucional”  de Sebastián Plut

Jorge Garaventa

 

Voy a comenzar dando un marco a mi participación en el panel. Me ha sorprendido gratamente la invitación. Sebastián Plut es un colega a quien sigo, leo y admiro. Un trabajador incansable de la Psicología y el Psicoanálisis que muestra tal vez en esta obra la etapa cumbre de su producción. Mi agradecimiento va de la mano de este reconocimiento.

Lo demás se verá en este desarrollo.

No es un dato menor que esta presentación se desarrolle en el marco de Topia, editora del libro. Pero además efectora de formación de la post formación de la cual soy deudor en las personas de Carpintero, Vainer, Toporosi o Barzani, para nombrar a algunos.

El libro no es de fácil lectura. Implica una disposición previa para encontrarse con conjunto de saberes que un estudioso con mayúsculas ha sabido ensamblar.

De la mano de clásicos a quienes rescata con hidalguía, realza la compleja amalgama entre el Psicoanálisis y el Análisis Institucional. Eso solo ya justifica el libro y sin embargo es apenas el comienzo. Y también rescata, en mi lectura, la impronta lacaniana de pensamiento vivo sujeto a revisión. Hace hablar en distintas lenguas a Maldavsky, Liberman, Pichon Rivière con nuevos sentidos y sin mezquinarles fidelidad.

Hay un rasgo distintivo que se irá consolidando a medida que el libro circule. El autor jerarquiza el Análisis Institucional. Lo saca del lugar de actor de reparto y lo coloca como protagonista, en el centro de la escena del Psicoanálisis y la Psicología. Es decir, lo rescata del desdén que lo había puesto en el dominio de lo institucional.

Dicho como al pasar en la introducción hay que resaltar toda una definición en la introducción.

Aquella que parte de la sensación de futilidad que habita a un paciente y Sebastián le pide que defina. “Sin esperanzas y sin recursos”, le cuenta este. “No creo estar desacertado si pienso que esas mismas vivencias ocupan un lugar importante en la vida

de las instituciones”, dispara el autor. Y es apenas una de las tantas perlas que una lectura meticulosa y con rigor encontraremos.

Entender el padecimiento de las instituciones, de las masas artificiales, como se rescata de Freud en el escrito, desemboca en el diseño de una forma de escucha e intervención.

David Maldavsky nos legó un corpus psicoanalítico inmenso que no ha sido suficientemente explorado en su riqueza, creo yo.

Sebastián tuvo un diálogo fructífero que desembocó en investigaciones y publicaciones en conjunto. El algoritmo David Liberman, (ADL), es un método psicoanalítico de análisis del discurso que se desarrolla y aplica en las experiencias que aquí se analizan. Es un hallazgo de Maldavsky del cuan no dudamos que Plut no fue ajeno, al menos en su recreación. Ya, traer el pensamiento de Liberman, tal vez desconocido por muchos jóvenes psicoanalistas y psicólogos pone más valor conceptual estos desarrollos, muchos de los cuales perdieron su continuidad institucional, precisamente, cuando el asalto a la universidad en 1966 primero y 1975 después.

Algunas cosas que Sebastián trae, son el eslabón perdido entre lo que se destruyó y lo que luego trabajosamente se trata de reconstruir.

Leí el libro. No alcanza. Hay que estudiarlo. Es de lectura amena y de comprensión compleja. Leerlo con un resaltador o en su defecto con un cuaderno de apuntes ya que es multi conceptual. No es un elogio. Es así. A lo largo del libro no dejan de vibrar. Es un exquisito fileteo de lo Institucional, concepto al que Sebastián le devuelve la versatilidad perdida sin olvidar la justeza.

Para evitar malos entendidos quiero subrayar que no es un ecléctico. Es un escritor que ha sabido administrar todo el oro del psicoanálisis. Es un psicoanalista empeñado en mostrar la pertinencia del tema en cuestión.

Es un aprendizaje clínico seguir todo el desarrollo de lo institucional pero a su vez un paseo sapiente por las concepciones clínicas de la singularidad. No hay una extensión ilícita sino una redefinición término a término cuando algunos se trasladan. Estamos lejos de especulaciones caprichosas. Hasta podemos recordar a Charcot en esta recreación Plutiana cuando se lamentaba por la teoría si no reflejaba la clínica.

Sería bueno a esta altura preguntar el resto que piensa. Voy a obviar la anécdota que lo llevó al autor a titular el libro de esta manera.

Titula desde dos palabras claves al psico: resto y pensamiento.

Construye desde su pensamiento pero generosamente reconoce haber sido resto de…de la misma manera que hoy nosotros somos su resto. La pregunta del título nos da entidad, más allá de lectores, por aquello de que luego, existo. Pero a su vez todo el libro, y

esencialmente la tremenda y generosa parte práctica es un recetario luminoso que nos recuerda que también en lo institucional el pensamiento es el grito del tero. Hay que mirar ahí donde no se piensa, diría Lacan, dice Sebastián.

Si bien amaga con simplificar al resto como incitación al pensamiento colectivo, inmediatamente desliza la polisemia para mostrarnos que el resto no es tan rubio, desembarcándolo

en lo impensable pero que está ahí produciendo efectos en las epidermis de las instituciones.

Creo entender que el autor considera “resto” un elemento pleno, de hecho lo convierte en central. Dirá: “el diagnóstico de una institución comprende la detección de los modos de producción, tratamiento y resolución de los restos”. Nos permite entender el resto como lo no elaborado, lo no pensado, lo no.

La puntuación que Sebastián hace de “resto”, me llevó a un texto de Miguel Bassols:

“Un resto no es solo una huella, un resto es lo que queda de una huella una vez ésta ha dejado de tener sentido para quien la ha leído como huella. De hecho, los restos arqueológicos, tan queridos por Freud hasta tomarlos como metáfora del propio inconsciente,

son huellas en la medida que retornan de su estado de restos ilegibles para hacerse signos, significantes también del sujeto que desapareció con su inscripción. Volverán a ser realmente restos en el momento en que dejen de tener sentido para quien ha sabido leer en ellos esos significantes. Los restos son entonces, por definición, restos del sentido que los hizo huellas significantes, significantes que han representado a alguien, a un sujeto, para otros significantes.’’

Como con nuestros pacientes de diván o face to face, con las características propias del tipo de intervención confirmamos que se da el tratamiento de los restos en el terreno de la comunicación.

La falsa resolución de los sufrimientos no es un tema secundario en este libro. Sebastián Plut previene sobre lo que yo llamo el semblante de cura. Expulsar el sufrimiento institucional a la catacumba de las palabras tiene sus efectos. Hay bastos ejemplos en este desarrollo.

Cargado entonces de agradecimiento, cierro esta intervención con un párrafo del autor que hace a la vez de reseña y puntualización:

“hay que considerar que las profesiones no solo se valoran bajo la lógica de sus condiciones exclusivamente educativas y ocupacionales, pues no se agotan en los simples requerimientos explícitos del mercado de trabajo, sino que también se relacionan con  las necesidades sociales que atienden en su sentido más amplio y con las múltiples valoraciones de una sociedad determinada. El significado que se le atribuye a una profesión se basa en su legitimidad, validez y función, determinadas por las características de la sociedad en la que nace y se desarrolla, los procesos y espacios de institucionalización”

En síntesis, estamos ante un gran libro. Ante una herramienta. No sé el resto que piensa. Gracias!

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