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Informe Racismo y
Xenofobia en Argentina
Que La Xenofobia No Tape Al Racismo
Siempre Es
Posible Discriminar Un Poco Más
Lic. Jorge Garaventa*
La Tecl.@ Eñe
Una sensación fea que amenaza cronificarse es la
que nos legó todo lo ocurrido en relación a la toma y posterior desalojo del
Parque Indoamericano de Villa Soldati. Sensación que se infiltra con un
sentimiento de derrota. Cada vez que hay una muerte evitable en un conflicto
social la ilusión de un mundo mejor tiñe el cielo de desesperanza. Y la
realidad se empeña en cargarse una muerte con una frecuencia cada vez más
preocupante. Lo cierto es que a menudo esas muertes son símbolo de lucha pero
también símbolo de impunidad porque nadie pagará por ellas.
Precisamente nos preocupó la ferocidad de lo ocurrido en el parque, tanto como
la lentitud en intervenir de parte de quienes tenían posibilidades de hallar
algún tipo de solución. Y se sabe que si una intervención necesaria llega
después de la muerte, nada es temprano, pero mucho menos eficaz.
Sin embargo el eje de esta nota no va a girar acerca de la intervención
estatal. Apuntamos a poner en cuestión al conjunto social y sus actitudes en
torno a la crisis, algunas de ellas considerablemente alarmantes. Porque
después de todo la Federal actuó de acuerdo a su historia y su presente
demostrando que es impermeable a las primaveras democráticas de cualquier jefe
del arma, y la Metropolitana no hizo otra cosa que poner en acto la ideología
de su mentor.
Pretendemos, sin alardear de un etimologismo estricto, mostrar que lo que se
vio en las críticas a la toma excedieron el concepto de xenofobia para
escalar, ante el asombro de pocos, hacia un racismo que siempre estuvo
socialmente presente. Pero nunca con tanta crudeza, al menos que nosotros
recordemos, apareció con tanta fidelidad el odio al negro y al marrón.
Las malignas declaraciones de Macri y las desafortunadas y desinformadas
palabras de Evo Morales azuzaron el conflicto, pero no lo provocaron. En todo
caso permitieron su pornográfica visibilidad.
El alcalde porteño, como gusta decir el New York Time, estuvo lejos de cometer
un exabrupto verbal. Mas bien fue una intervención pensada y precisa que tenía
claros destinatarios. No en vano, casi al final de una gestión a la cual
llamar mediocre es un rasgo de nuestra generosidad, es el dirigente con mejor
intención de voto en el espectro capitalino. Evo, mal informado y peor
asesorado reprendió a sus conciudadanos residentes en Argentina quienes, luego
se comprobaría, no tenían presencia significativa en la toma.
El Jefe de Gobierno escupió su desprecio a lo diferente, al extranjero,
sabiendo que portaba un pensamiento que sería recibido con beneplácito por no
pocos. Lejos estaba de suponer que su xenofobia quedaría pequeña al lado del
racismo que se desató entonces.
La toma del parque desnudó además la vigencia de la lucha de clases con una
estratificación sumamente compleja donde desde la punta de la pirámide hasta
la base, es decir desde los muy ricos a los muy pobres hay infinidad de
gradaciones dispuestos a defender su imaginario escalón de “privilegio” a
sangre y fuego. Habíamos presenciado muchas veces la pelea de pobres contra
pobres y sus desesperanzadas consecuencias, pero el Indoamericano nos mostró
un corte inédito, el enfrentamiento de “los negros”, como históricamente se
bautizó a los pobres, con los “marrones”, en los que se agrupó a bolivianos,
peruanos, y por añadidura, paraguayos. Si bien es estribillo dominguero del
fútbol de todos y para todos, y habita el corazón de muchas concentraciones
políticas la fuerza del prejuicio y el racismo en su envase de odio y furia
nos preocuparon seriamente a quienes sostenemos la igualdad de los seres
humanos como principio básico de convivencia.
Pero estamos lejos de sostener que el racismo es un sentimiento y una
ideología tributaria de esos grupos en pugna. Podemos afirmar, en cambio que
tiene una extensa transversalidad, independientemente de que vaya mostrando
distintos ropajes. No es casual que se haya visto su desnudez entre quienes
menos tienen.
No creemos, como decía el inefable Bernardo Neustat, para justificarse a sí
mismo, que todos tenemos un enano fascista dentro, pero si que cuando el
racismo muestra todo su esplendor, su extensión es atemorizante.
El racismo eructa conductas odiosas que tienden no solamente a diferenciarse
del distinto, extraño, extranjero, sino a su exterminio.
Aquí necesitamos hacer algunas diferenciaciones ya que no todos los sectores
que discriminan responden a los mismos estímulos.
El racismo de los que lo tienen todo es el más “legítimo” y claro. Por derecho
de familia o acumulación de plusvalor los ha consolidado en el privilegio que
a su vez genera una paranoia odiosa. Hay que estar en guardia contra el
diferente…o tomar la iniciativa. Desde pequeño sabe de olores y colores que
son de despreciar porque “son lo que quieren lo mío”. Aprendimos con Althusser
que la ideología y los aparatos ideológicos y de control del estado están ahí
para preservarlos.
Y como se ha visto en estos días, aún cuando el estado represor y centinela de
privilegios se está desarmando, los repliegues que anidan en las costuras son
suficientes para sembrar la muerte. Muchos de los que salieron a matar bajo la
consigna de que “la propiedad privada es privada”, probablemente sepan que en
esta vida el sueño de la casita propia es ajeno.
Porque, bueno es decirlo, los cuadros de los cuerpos policiales no provienen
precisamente de los sectores mas acomodados de la población y atacán con
fiereza en los reprimidos, aquello que rechazan de sí mismos. Ese es el
secreto de su eficacia. Atacando al semejante arman la ilusión de la
diferencia.
Este es el mismo mecanismo que se disparó en la disputa por el sueño que
portaban los futuros lotes del parque Indoamericano. La pelea sin piedad
enfrentó a los más humildes con los un poquito apenas más humildes. Estos
últimos tenían la gloria de haber logrado una punta de playa, un terrenito
tomado y ya alambrado, un departamentito sub sub vendido o sub sub alquilado.
Es decir las puertas del cielo que promete la propiedad privada. Mientras
ellos se sienten mas cerca del que más tiene, por encandilamiento de la
posesión, los desheredados de la tierra, apenas un escalón mas abajo, les
recuerdan lo que han sido, lo que pueden llegar a ser nuevamente. Y eso es
devastador.
Por eso abogamos por una lectura mas profunda de los trágicos días de Soldati.
Si sostenemos el criterio de la lucha xenofóbica, tapamos el racismo autóctono
que se desató. Nunca se pretendió cerrarle el paso al extranjero sino de
extranjerizar su propia miseria de vida que, en macabra identificación con el
expoliador quedó situada en el invasor. Salvajemente trasladado a lo social,
hablamos, junto a Freud, de identificación con el agresor.
Pasó en Soldati, las muertes y la televisión actuaron como microscopios que
nos habilitaron un primer plano, pero se sabe, los microscopios muestran virus
que no se ven a simple vista pero que están en todos lados…siempre.
*psicólogo