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Brevatas Sobre Abuso Sexual Infantil

Aportando a la caja de herramientas…

Jorge Garaventa

 

 

 

Algunas cuestiones en abuso sexual infantil que constituyen el ABC:

 

Se trata siempre de la “irrupción de la sexualidad adulta en la sexualidad infantil”, la cual no está preparada ni psíquica ni físicamente para la experiencia genital, a raíz de lo cual esta es siempre traumática, independientemente de la forma en que se desarrolle la inscripción de la misma. Los distintos grados de “disociación” y la “naturalización” de la situación abusiva pueden hacer  creer a la mirada inexperta que hay ausencia de conflicto o de sufrimiento.

 

También es frecuente que se confunda la supuesta “erotización”, producto de la corrupción de la seducción, con un placer, que está  absolutamente ausente en grado psíquico.

 

Otro tema que produce confusión es el de “víctima”, justamente a partir de la bastardización del concepto. La primera cuestión es que, no estamos ante una posición neurótica sino frente a un acontecimiento psíquico de características particulares donde es esencial que quede claro que “hay víctimas y victimarios”. El niño o la niña han quedado atrapados de la perversión adulta y el comienzo de la recuperación está en relación a la inermidad que lo ha atrapado. Luego el proceso terapéutico transitará hacia otros horizontes, pero si no se reconoce este punto de partida estamos justamente en el terreno de la “revictimización”, alimentando innecesariamente el reinado de “la culpa que es inherente a la ocurrencia del abuso”.

 

Finalmente, una cuestión que suele darse cuando estamos ante la presencia de un incesto paterno filial. Muchas veces a algunos colegas y otros profesionales intervinientes les preocupa más el rol de la madre de la víctima que la del abusador mismo. La pregunta, siempre con sesgo acusatorio transita alrededor de… ¿cómo pudo no darse cuenta? Y la respuesta no es simple, lineal y ni siquiera única.

 

Si la madre consiente, entrega o mira para otro lado con plena conciencia de la situación estamos ante alguien que ejerce el abuso de otra manera, pero lo ejerce en plena posesión del goce perverso. Y aquí, como el entrecruzamiento es inevitable con lo jurídico, porque además, así lo determina la ley, es fundamental saber cuales son los pasos a seguir.

 

Hay otras situaciones que se juegan ya en el plano de lo terapéutico. Son aquellas donde la percepción del abuso del niño despierta núcleos de angustias pretéritas en el adulto, probablemente situaciones abusivas padecidas por esa madre, que activan el mecanismo de la “desmentida”, aquel que lleva a no ver lo que se ve.

 

Suele ocurrir también que algunas cuestiones narcisistas conducen a negar lo evidente. Me refiero a la dificultad de aceptar que aquella persona que se eligió como pareja resulte un abusador del hijo o hija en común. Este mecanismo en general es inherente a los integrantes de la familia y al entorno social inmediato de quien comete el incesto.

 

Esto raconto, esta lejos de ser completo y suficiente, apenas un punteo al pasar, una pinza más para ir agrandando la caja de herramientas.