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El Derecho y el Psicoanálisis

 

Entrecruzamiento desde una Perspectiva de Género


 

Lic. Jorge Garaventa *
 

Iniciar una exposición con cuatro citas puede resultar un exceso si estas cumplen el objetivo de dar marco y color sencillamente, pero rápidamente se advertirá que las mismas apuntan a introducirnos de lleno en la temática convocante. Vamos a ellas entonces:

 

 

Con relación a las mujeres, la historia del

Poder Judicial de la Nación no difiere del

resto de las instituciones del país. No

 podría ser de otra manera, ya que todas

las organizaciones reflejan la sociedad en

la que funcionan.

Carmen Argibay

 

 

El derecho es una disciplina androcéntrica,

cuya fidelidad a las políticas patriarcales

sintetiza una concepción arcaica del género

mujer. Uno de los mayores riesgos de tal

concepción reside en haber aportado

argumentos que propiciaron la invisibilización

de las violencias contra el género.

Eva Giberti

 

Los agentes sociales de salud que atienden las

consultas, rara vez están preparados para

preguntarse si sus apreciaciones son mas subjetivas

 que científicas. Menos aún se interrogan con

respecto a las concepciones que subyacen a estas

apreciaciones, como por ejemplo que es lo que

piensan acerca de la familia como unidad social,

de los roles destinados para los varones y las

mujeres en la familia y el la pareja, de las conductas

 que la cultura atribuye a una mujer “normal” y las

que suponen propias de un varón “normal”, para

entender la influencia que ese pensamiento tiene

en la formulación de sus consideraciones acerca de

que le pasa a quien consulta y cual es la ayuda que

necesita.

Cristina Ravazzola

 

En la casa, la violencia es vista como algo natural, necesario.

 El padre le grita y le pega a la madre, la madre le grita y le

pega a los hijos y a las hijas, las hijas e hijos mayores gritan

y golpean a sus hermanos y hermanas más pequeñas, y los más

pequeños apalean al perro y salen a la calle a matar pájaros

a pedradas... Generación tras generación, cada uno de los

eslabones se engarza con el otro en una cadena sin fin. El eslabón

 más débil siempre ha sido y continúa siendo el de las niñas y el de

las mujeres”

María López Vigil

 

 

A los fines de una lectura mas ágil utilizaré en algunos tramos de este trabajo el genérico masculino independientemente de que advierta que es una tarea pendiente definir formas de comunicación no sexista. En los escritos el símbolo @ se va adoptando como solución consensuada pero aún no se ha logrado un equivalente en el lenguaje hablado.

 

 

            Es tan difícil como halagador estar presente hoy en este imponente marco que es para mi la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Mi profundo agradecimiento entonces a la directora de este curso, Dra. Viviana Vladimirsky y a Uds. por su presencia cuyas expectativas espero no defraudar.

            Mi inclusión en este espacio forma parte de un recorrido cuyos trazos fundamentales quiero contarles porque entiendo que ayudará a comprender la construcción de algunos conceptos que pretendo compartir con Uds.

            El trabajo tanto con la niñez como con la mujer conlleva, no necesariamente pero si  a menudo a un ineludible entrecruzamiento del Psicoanálisis o la Psicología con el Derecho tanto Civil como Penal.

            Es que a poco de andar en la clínica nos encontraremos con las distintas violencias que se ejercen contra mujeres, niñas y niños. Si bien los primeros intentos de intervención suelen ser de comprensión de la singularidad que se nos presenta, luego ha de resultar inevitable el análisis de las relaciones de poder que se dan en el seno de lo social como el horno donde se moldean patrones de conducta prefigurados que determinarán los esquemas generales de funcionamiento de género que condiciona el grueso del comportamiento de los hombres hacia las mujeres y viceversa.

            O sea, estaremos inmersos de lleno en el campo de las violencias de género y sus distintas sub denominaciones.

            Siguiendo a Jorge Corsi observamos que en la literatura especializada coexisten términos que de no estar claramente definidos pueden llamar a confusiones lo cual, vale la pena reiterarlo. Nos referimos a denominaciones tales como violencia de género, violencia doméstica, violencia familiar, violencia intrafamiliar, etc.

            “Cuando hablamos de Violencia de Género nos referimos a todas las formas

mediante las cuales se intenta perpetuar el sistema de jerarquías impuesto por la cultura patriarcal. Como vemos, se trata de una violencia estructural que se dirige hacia las mujeres con el objeto de mantener o incrementar su subordinación al género masculino hegemónico.

Esta violencia se expresa a través de conductas y actitudes basadas en un sistema de creencias sexista y heterocentrista, que tienden a acentuar las diferencias apoyadas en los estereotipos de género, conservando las estructuras de dominio que se derivan de ellos. La violencia de género adopta formas muy variadas, tanto en el ámbito de lo público, como en los contextos privados. Ejemplos de ella son, entre otras, todas las formas de discriminación hacia la mujer en distintos niveles (político, institucional,

laboral), el acoso sexual, la violación, el tráfico de mujeres para prostitución, la utilización del cuerpo femenino como objeto de consumo, la segregación basada en ideas religiosas y, por supuesto, todas las formas de maltrato físico, psicológico, social, sexual que sufren las mujeres en cualquier contexto, y que ocasionan una escala de daños que pueden culminar en la muerte.

Cuando hablamos de Violencia Doméstica nos referimos a una de las formas de la Violencia de Género: la que se desarrolla en el espacio doméstico (concepto que no alude exclusivamente al espacio físico de la casa o el hogar). Entendemos por espacio doméstico al delimitado por las interacciones en contextos privados. De ese modo, puede caracterizar una relación de noviazgo, una relación de pareja, con o sin convivencia, o los vínculos con ex parejas. En tanto sub-forma de la Violencia de Género, sus objetivos son los mismos: ejercer control y dominio sobre la mujer para conservar o aumentar el poder del varón en la relación. Las manifestaciones en conductas y actitudes son muy variadas, incluyendo el maltrato físico, el abuso sexual, el abuso económico, el abuso ambiental, el maltrato verbal y psicológico, el chantaje emocional, etc. Las consecuencias son siempre un daño en la salud física, psicológica y social de la mujer, un menoscabo de sus derechos humanos y un riesgo para su vida.

Cuando hablamos de Violencia Familiar o Violencia Intrafamiliar nos referimos a todas las formas de abuso de poder que se desarrollan en el contexto de las relaciones  familiares y que ocasionan diversos niveles de daño a las víctimas de esos abusos. En este caso, los grupos vulnerables identificados por la investigación en este campo, son las mujeres , l@s niñ@s y las personas mayores. Así como la violencia doméstica es una forma de violencia basada en el género, la violencia familiar tiene dos vertientes: una de ellas basada en el género y la otra basada en la generación. En definitiva, la violencia se dirige siempre hacia la población más vulnerable, definida culturalmente

como la “más débil” (en realidad, a quienes se les ha negado la participación democrática en el poder). Por lo tanto, cuando estudiamos los problemas incluidos dentro de la Violencia Familiar, además de la violencia hacia la mujer, consideramos al maltrato infantil y al maltrato hacia personas ancianas.”

 

Resta finalmente para completar este enunciado teórico previo definir que entendemos por Violencia y Maltrato contra la Niñez por un lado y Abuso Sexual Infantil por otro. Recurrimos entonces a las definiciones de Save the Childrens, ya que si bien hay otros tratados mas específicos, a los fines de este evento lo planteado por esta institución en sus trabajos es suficiente.

El maltrato infantil se define como acción, omisión o trato negligente, no accidental, que priva al niño de sus derechos y su bienestar, que amenaza y/o interfiere su ordenado desarrollo físico, psíquico o social y cuyos autores pueden ser personas, instituciones o la propia sociedad.

 

El maltrato no es un hecho aislado, sino que es un proceso que viene determinado por la interacción de múltiples factores. En muchos casos esa interacción dará lugar a uno o más tipos de maltrato, por lo que no podemos considerar el abuso sexual infantil como un fenómeno ajeno al resto de tipologías.

Dentro del concepto “maltrato infantil” se establecen distintas categorías en función de diferentes variables: 

Maltrato físico. Cualquier acción no accidental por parte de cuidadores o padres que provoque daño físico o enfermedad en el niño o le coloque en  grave riesgo de padecerlo.

Negligencia y abandono físico. Situación en las que las necesidades físicas básicas del menor (alimentación, vestido, higiene, protección y vigilancia en las situaciones potencialmente peligrosas, educación y/o cuidados de salud) no son atendidas temporal o permanentemente por ningún miembro del grupo que convive con el niño. Esta definición - proporcionada por Arraubarrena y de Paúl- se centra de manera evidente en las necesidades del niño que no son cubiertas y no tanto en  los posibles comportamientos de los padres.

 

Maltrato y abandono emocional.  El maltrato emocional se define como la hostilidad verbal crónica en forma de insulto, desprecio, crítica o amenaza de abandono, y constante bloqueo de las iniciativas de interacción infantiles (desde la evitación hasta el encierro o el confinamiento) por parte de cualquier miembro adulto del grupo familiar.

 

El abandono emocional se define como la falta persistente de respuesta a las señales (llanto, sonrisa), expresiones emocionales y conductas procuradoras de proximidad e interacción iniciales por el niño y la falta de iniciativa de interacción y contacto, por parte de una figura adulta estable.

 

Abuso Sexual. Se define como “…Contactos e interacciones entre un niño y un adulto cuando el adulto (agresor) usa al niño para estimularse sexualmente él mismo, al niño  o a otra persona. El abuso sexual puede ser también cometido por una persona menor de 18 años cuándo esta es significativamente mayor que el niño (víctima) o cuando el agresor está en una posición de poder o control sobre otro.” Definición aportada por National Center of Child Abuse and Neglect (1978).

 

Dentro de esta concepción de abuso sexual, destacamos las siguientes categorías:

     

Abuso sexual.  Cualquier forma de contacto físico con o sin acceso carnal, con  contacto y sin contacto físico realizado sin violencia o intimidación y sin consentimiento. Puede incluir: penetración vaginal, oral y anal, penetración digital, caricias o proposiciones verbales explícitas.

 

Agresión sexual. Cualquier forma de contacto físico con o sin acceso carnal con violencia o intimidación y sin consentimiento.

 

Exhibicionismo.  Es una categoría de abuso sexual sin contacto físico.

 

Explotación sexual infantil. Una categoría de abuso sexual infantil en la que el abusador persigue un beneficio económico y que engloba la prostitución y la pornografía infantil. Se suele equiparar la explotación sexual con el comercio sexual infantil.

 

Dentro de explotación sexual infantil, existen diferentes modalidades a tener en cuenta, puesto que presentan distintas características e incidencia:

 

·        Tráfico sexual infantil.

·        Turismo sexual infantil.

·        Prostitución infantil.

·        Pornografía infantil.

 

Otros.  Según la clasificación elaborada por  Previnfad[1]: 
 

  Maltrato perinatal. Definido como aquellas circunstancias de la vida de la madre, siempre que haya voluntariedad y negligencia, que perjudican el embarazo y al feto.
 

  Sindrome de Munchausen por poderes. Es un cuadro patológico en el que el padre o la madre (mayoritariamente son las madres) generan voluntariamente lesiones al niño, para hacerle pasar constantemente por enfermo. Puede llegar hasta el extremo de darle muerte.

 

      Maltrato institucional. Cualquier legislación, programa o procedimiento, ya sea por  acción o por omisión, procedente de los poderes públicos o privados y de la actuación de los profesionales al amparo de la institución, que vulnere los derechos básicos del menor, con o sin contacto directo con el niño. Se incluye la falta de agilidad en la adopción de medidas de protección o recursos.

 

            Si bien no planteamos como el ideal de resolución la judicialización de estas cuestiones, no en pocas ocasiones es el único camino que permite poner freno al constante sufrimiento que padecen las víctimas. Conocer las motivaciones de las conductas que impiden a quien sufre violencia apartarse claramente de ella nos evitará errores de concepción y lo que es mas grave conclusiones apresuradas que propician formas erróneas de intervención.

            La legislación actual sobre violencias combate la indiferencia estableciendo obligaciones a determinados profesionales e instituciones cuando son testigos directos e indirectos de este tipo de acciones.

            Se plantea entonces la cuestión de la interdisciplina donde cada cual aportará desde el intento de una construcción integral de la situación lo que suponga que desde la propia formación puede colaborar con una intervención exitosa.

            Entendemos como enfoque interdisciplinario el intercambio humilde de puntos de vista con la conciencia de estar brindando un aporte mas sin intenciones de protagonismo hegemónico, teniendo en cuenta que la situación puede requerir que según cada momento el abordaje demande una prioridad sobre otra. Por eso hablamos de intercambio humilde intentando remarcar que será la circunstancia de la situación que se está tratando y no la puja entre disciplinas la que determine la prioridad del enfoque.

            La interdisciplina es en síntesis un modo de abordaje bastante simple de proponer y explicar pero complejo en su aplicación. No es ni eclecticismo sumante ni suma de individualidades.

            Tampoco se trata de que finalmente el abogado sea psicólogo o que el psicólogo se invista de abogado.

            La cuestión es que, dificultosa o no, la intervención interdisciplinaria es la forma per se de una acción integral e integradora ya que ninguna de las disciplinas participantes posee en definitiva el conocimiento total de aquello que abordamos.

            Mas allá de todo hay dos cuestiones ineludibles en cualquier tipo de abordaje: la actitud deconstructiva y la vigilancia epistemológica.

            Estos conceptos que desarrollaré a continuación y otros que le siguen los he tomado de Eva Giberti y si bien no se corresponde término a término con lo que la autora plantea es innegable su autoría. Al final, la bibliografía citada da cuenta de las fuentes consultadas.

            Hemos aprendido en un mundo conceptual donde lo patriarcal rige tanto las concepciones de la vida cotidiana como las conceptuales. Portamos pensamiento prejuicioso como verdad revelada y solamente una actitud severamente critica hacia nuestro ideario que nos permita desglosar término a término nuestro pensar y la totalidad de nuestro sistema simbólico puede permitirnos una concepción diversa de las cosas. De esto se trata la deconstrucción que aconsejamos no solo como actitud científica sino de vida.

            La actitud deconstructiva ha de estar reforzada por una severa vigilancia epistemológica.

Dice Eva Giberti: “Solamente la vigilancia epistemológica sobre los propios conocimientos, sus fuentes y los procesos y revisiones que los atraviesan, así como la decisión de refluir las propias convicciones éticas a la luz de los Derechos Humanos, facilita el surgimiento de un pensamiento crítico. No sucede de este modo cuando estos procesos padecen incomplitudes o rigideces parciales o totales y, entonces, quienes crean discursos y textos jurídicos sobrellevan ausencia de pensamiento crítico y desplazan esa deficiencia sobre su producción teórica y técnica, e inevitablemente en la práctica d dicha producción.”

            A esta altura de nuestro desarrollo algunos términos que venimos empleando o insinuando reclaman aclaraciones y definiciones.

            Trataremos de contar que pretendemos trasmitir cuando decimos que nuestro abordaje es desde una perspectiva de género y a que nos referimos cuando hablamos de patriarcado.

            Para hablar de género tomamos una definición de Rubin, citado por Eva Giberti que lo define como el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en el que se satisfacen esas necesidades humanas transformadas.          

            La utilización de la categoría Género permite decodificar la significación que culturalmente se asigna a la diferencia de sexos y otorga una mirada distinta sobre la interacción humana.

            Tanto la construcción legal como determinadas cosmovisiones surgidas del psicoanalis, la psicología y la psiquiatría  no son ajenas al espacio en que han nacido sus cultores siendo esta la razón por la cual disposiciones que deberían propiciar la equidad de género o teorias que apuntarían a la liberación psíquica de ataduras discriminatorias finalmente terminan consolidando aquello que en principio deberían combatir.

            Un abordaje desde una perspectiva de género implica entonces esforzarse en advertir las relaciones de poder que se dan en el seno de una sociedad, las formas grupales de incidencia de las mismas y la afectación individual que l@s individu@s portan como efecto de dichas relaciones.

            Inevitable entonces, a esta altura, detenernos a definir el patriarcado y referir su ineludible presencia en las cotidianeidades sociales e individuales.

            El patriarcado no solo existe sino que su salud no parece prever riesgos de importancia en el futuro inmediato. Miles de años de civilización validan su existencia, no solo en el entramado social y en los hombres, beneficiarios directos de su predominio, sino que hay una garantía de sustento al habitar vía colonización cultural, la mente de muchas mujeres que reproducen el discurso y los actos de la dominación, o lo que es lo mismo, de su propia sumisión.

Cuando hablamos de patriarcado, por intentar una definición solamente orientativa, hablamos de un ideario con consecuencias constantes en la vida cotidiana. Es ese sistema de pensamientos, ideas, normas, prejuicios, acciones varias, etc que legitima para quien no ejerza un pensamiento crítico, la subordinación de la mujer, y por extensión los niños y las niñas al “ natural” dominio de los hombres.

            Es menester señalar que la globalización económica y la mundialización social producto de la explosiva expansión de redes de comunicación cuyo paradigma es Internet, otorga elementos nuevos a este análisis sobre cuya incidencia nos reclamamos atención.

            Queda pendiente revisar el concepto de relativismo cultural en nombre del cual suelen justificarse inequidades de género.

            El tema de las legislaciones y su vigencia, por otra parte,  no es un tema menor en el análisis que estamos intentado. Las leyes, como bien se sabe propician pero no garantizan la equidad.

            La mejor de las leyes poco aporta si no está acompañada de acciones que propicien las condiciones de su implementación. Esto es lo que fundamenta la existencia de algunas leyes como las de cupo electoral, que lejos de consagrar privilegios lo que habilita es la efectiva aplicación de igualdad de oportunidades tanto para la mujer como para el hombre. Volveremos sobre las resistencias que generan estas iniciativas en sectores de mujeres aunque ya suficiente muestra de lo necesario que resultan estas acciones lo indica el hecho de que a casi un cuarto de siglo de instaurada la democracia aún perduran las evidentes desigualdades de representación política.

            Una de las consecuencias mas desalentadoras es cuando se comprueba que efectivamente las diferentes sanciones legislativas sobre violencia de género poco se traducen en la disminución del delito. Es que las leyes son referencia pero no resuelven per se si no van acompañadas de políticas y acciones públicas.

            Decimos junto a Marcela Rodríguez que : “la violencia doméstica constituye una de las violaciones mas graves de los derechos humanos de las mujeres que refleja y refuerza su situación de subordinación social. La violencia contra la mujer viola su derecho a la integridad personal y a la salud y menoscaba el pleno goce de sus derechos, civiles, económicos, sociales y culturales. Atraviesa todas las variables: raza, religión, nivel económico, social, educación, edad, o cualquier otra condición. Tiene efectos traumáticos inmediatos y a largo plazo en el futuro de la mujer, de sus hijos y de la sociedad en su conjunto.”

            Es necesario entonces puntualizar a que nos remite el uso de una perspectiva de género. Principalmente nos facilita develar, cuestionar e investigar que ha ocurrido para que las diferencias sexuales se hayan traducido finalmente en desigualdades sociales.

            El concepto de género nos coloca en una interpretación social de lo biológico desbancando la natural preponderancia del macho sobre la hembra para traducirlo en cuestiones de poderes y sumisiones.

            Por el lado de la Salud en general y de la Salud Mental en particular no es muy diferente la situación. Y aquí referimos directamente a la cita que hacíamos al principio, de Cristina Ravazzola.

            Hay un tema de preocupación al que quienes trabajamos en las problemáticas de género debemos estar sumamente atentos que es el de la cuestión homosexual que no siempre es visualizada como otra de las zonas donde la discriminación, el abuso, el maltrato y todas formas de violencia arrasan en muchas oportunidades las posibilidades de vivir digna y libremente.

            El colectivo homosexual, conformado por personas GLTTTBI,(Gays, lesbianas, travestis transexuales, transgéneros, bisexuales e intersexuales), tiene puntos de contacto y diferencias con lo que venimos desarrollando. Comparte con mujeres, niñas y niños el universo asignado de la discriminación y el maltrato pero con características particulares inherentes a cada grupo.

La incorporación de la perspectiva de género como develador de las relaciones de poder dentro de la sociedad, el concepto de patriarcado como representante de una concepción hegemónica social que pone a la mujer y a los niños en relación de sumisión abierta o por vía de colonización mental al servicio del deseo masculino, la noción de backslash que corporiza la reacción violenta y en cadena de quienes pierden privilegios e impunidad con nuestras denuncias mas la comprensión y conceptualización del síndrome de burn out que nos permitió advertir las razones por las que profesionales absolutamente comprometidos con el tema de pronto desertaban ya sea de su práctica o especialidad o, enarbolaban teorías opuestas a las sustentadas hasta ese momento es el camino recorrido con sumo esfuerzo pero con convicción y sustento.

Podemos pensar lo hasta aquí expuesto como la caja de herramientas conceptual básica con que operamos en situaciones de abuso, incesto y violencia familiar pero nada de esto es suficiente si además no se cuenta con una sólida formación clínica, conocimientos básicos de derecho dado el inevitable entrecruzamiento y vocación por la interdisciplina.

            . Internados ya entonces en el campo de las violencias contra la mujer y el maltrato y abuso a la niñez no tenemos conclusiones plenamente alentadoras. La situación actual indica que pese a las denuncias, las penas, la difusión, las campañas de prevención y los cuidados tanto el abuso sexual infantil, como el incesto paterno filial y la violencia familiar contra los niños no cede. Esto nos lleva a concluir que no es un fenómeno que se solucione solamente con intervención legal, que es imprescindible y reparadora sino que es una tarea en la que los profesionales de salud mental, de derecho, trabajadores sociales, antropólogos, sociólogos y comunicadores, para citar algunas especialidades deberán investigar rigurosamente para arribar a las necesarias políticas preventivas.

            La situación preventiva no es de fácil diseño ya que cuando hablamos de abusadores o golpeadores nos estamos refiriendo a cuadros de difícil reversión que en general se revelan refractarios a las intervenciones terapéuticas y judiciales.

            Las patologías que cursan quienes abusan de un niño o lo golpean no habilitan lecturas que indiquen a la Justicia la necesidad de reducción de penas o condenas ya que la ausencia de culpa, de arrepentimiento, de consideración válida hacia el otro o de considerarlo algo mas que un objeto de satisfacción de sus pulsiones sexuales o agresivas nos pondría en el riesgo de no penar y permitir la libre circulación de quién con sus mecanismos intactos sencillamente aguardará una nueva oportunidad de repetir la situación. Así, y en referencia a fallos patriarcales y regresivos nos encontramos este año con una resolución de Cámara que reduce la pena a un sujeto comprobadamente violador ya que sus características psicopáticas, ausencia de culpa, etc, no le permitía ni dominar ni tener conciencia del daño que infligía a sus semejantes, mujeres.

            Se ha insistido durante mucho tiempo acerca de la hipótesis de que todo abusador ha sido previamente víctima de abuso. Como hemos insistido en algunas publicaciones dicha afirmación no tiene correspondencia con lo que habitualmente encontramos en la clínica. Los adultos que han sido niños abusados desarrollan en general patologías absolutamente distantes de la agresión hacia los otros. Mas bien, desde sus eternas sensaciones de vacío, desvalorización, cosificación y desamparo pueden tender a repetir situaciones de sumisión y abuso en todas sus formas aún de adultos. No decimos universalmente que esto es así ya que es bastante difícil acceder en ámbitos terapéuticos a un abusador. El trabajo con cientos de personas abusadas en su infancia nos permite afirmar que hay un momento de definición subjetiva donde se opta por una dirección con dolor y sufrimiento. No hemos encontrado en los abusadores el martirio ante su compulsión que plantean el cine o las novelas, sus peritos de parte o sus abogados defensores.

            Aquí es donde bregamos, en contraposición a algunos estudios actuales por la clara diferenciación entre violencia y maltrato y abuso sexual infantil ya que en algunas situaciones de violencia se repiten conductas aprendidas o se actúan identificaciones lo cual nos permitiría esperanzarnos con algún registro de culpa o arrepentimiento que permita un acceso psicoterapéutico. Suelo repetir a lo largo de mis escritos una frase que hoy ya se me hace referencia de pensamiento: Hay cosas en las que ya no podemos plantearnos ninguna ambigüedad. No se puede seguir pensando el maltrato como una herramienta correctiva equivocada pero bien intencionada, ni el abuso sexual infantil como una compulsión sin freno. Ni el maltrato tiene por objeto una niñez sana, ni el abuso ni las violaciones responden a una necesidad sexual.

El reinado patriarcal no hace distinción de sistemas políticos, religiones, clases sociales o niveles culturales y si no hay una estricta vigilancia ideológica, también fija su dominio en quienes combatimos su presencia.

Estamos hablando entonces de ejercicio de poder de un grupo de la humanidad que con distintas formas de violencia somete a otro. O sea, poder y violencia como primera aleación indestructible, cualquiera sea la forma de visibilidad que asuma esa violencia.

Instalados dentro de la cultura patriarcal, poder y sexo se ligan estrechamente y dan paso a una definición incontrastable: Todo abuso sexual es abuso de poder.

Podemos preguntarnos a esta altura si estamos respondiendo a lo enunciado en el título. Efectivamente este entrecruzamiento del que hablábamos al comienzo remite a que en estas cuestiones las disciplinas se entrelazan y reclaman.

Es ineludible el atravesamiento. Ocurre que el abuso sexual infantil es una situación en la que bajo ningún concepto debería evitarse la intervención judicial. La sanción social civilizada, como es el veredicto que surge de un alto tribunal es fundamental en la reconstrucción psíquica posterior a la devastadora acción que seguramente el abuso sexual produjo en la mente de un niño o una niña. Nada distinto ocurrirá en la psiquis de una mujer avasallada por golpes y humillaciones.

La presentación ante la Justicia es tan inevitable como ardua pues el patronato ya no existe en la legislación pero se aloja en la cabeza de un sector importante de la llamada familia judicial. Es decir, la legislación es fundamental pero no en pocas ocasiones se torna inconducente cuando quienes tienen la obligación de aplicarla interpretan desde una concepción patriarcal.

Decíamos hace unos meses en la Legislatura Porteña: “Tenemos las legislaciones mas modernas pero a su vez también tenemos menores de edad condenados a cadena perpetua. Se nos dice que esto se solucionará con un régimen penal juvenil. No hay dudas de que con la mentalidad del sector mas importante de la Justicia Argentina dicho régimen hará las veces de baja encubierta de la edad de imputabilidad. Los organismos internacionales presionan en ese sentido sin reparar en que estamos en un país en que la mayoría de los niños no tienen asegurado su diario sustento. Es decir, carencia en el ejercicio de sus derechos elementales. ¿sujetos de derecho?, ¿responsables de sus actos?. Estamos cerca  de que una legislación de esa naturaleza fomente la desigualdad y la judicialización de la pobreza. Tal vez en teoría no haya distancia de pensamiento con aquellas posturas, pero si no se valoran las condiciones de aplicación de los instrumentos que creamos seguiremos avanzando hacia nuevas frustraciones.”

Es en este sentido que cuando hablamos de violencia familiar hay que tener cuidado que no sea una denominación que encubra lo que en realidad suele ser violencia contra la mujer o los niños. La misma duda nos acosa cuando se habla de sistema familiar violento ya que esta denominación hablaría de actitudes equiparables cuando en realidad suele tratarse de víctimas y victimarios.

Cabe aquí la pregunta...¿hablamos de víctimas o sobrevivientes?. . Sigo prefiriendo la denominación de víctima por sobre la de sobrevivientes ya que grafica de mejor forma la situación por la estos niños han atravesado. Sobrevivientes tan vez pueda corresponder a una etapa posterior al recuerdo y la elaboración.

Esto pretende ser solo un bosquejo de las problemáticas de género desde una perspectiva de entrecruzamiento del psicoanálisis, la psicología y el derecho que debe ser reflexionado, profundizado y cuestionado no solo en debates posteriores sino en futuros encuentros. Resta hacer algunas reflexiones de cierre.

Cuando desgranamos estas temáticas la reflexión se centra en las mujeres lo cual puede concluir erróneamente en que el problema de la violencia es de las mujeres. Esta es una creencia de muchos varones y no pocas mujeres. Como dice Luis Bonino Méndez, la violencia no es un problema “de” sino un problema “para” las mujeres, siendo en realidad, y fundamentalmente, un problema “de” la cultura masculina/patriarcal y “de” los varones. Son las normas de esta cultura las que la propician y toleran la

violencia, y son generalmente ellos quienes la ejercen de diversos modos y en diferentes ámbitos.

Muchas Gracias

            

 

Bibliografía de Referencia
 

 


Save The Children- Abuso Sexual Infantil- Manual de Formación para Profesionales

Giberti Eva y otr@s- Incesto Paterno- Filial. Enfoque Multidisciplinario.

Rubin G. El tráfico de Mujeres

Autoras Varias- Mujeres en los 90- Legislación y Políticas Públicas

Autoras Varias- Mujeres en los 90- Escenarios y Desafíos

Marcela Rodríguez- Violencia Contra las Mujeres y Políticas Públicas

Emakunde- Nº 52

Garaventa Jorge- Abuso Infantil y Violencia Familiar, Ampliando Miradas

Garaventa Jorge- Una mirada global sobre el Abuso Sexual infantil y el Maltrato contra la Niñez

Garaventa Jorge- Incesto Paterno Filial, Paradigma del Patriarcado

María López Vigil: Incesto: una plaga silenciada de la que hay que hablar

Garaventa Jorge: La Maldad Hacia La Niñez Es Un Gesto Que Vuelve

Bonino Méndez Luis: Violencia de género y prevención.El problema de la violencia masculina.