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De Femicidios e Hipocresías

#yonosoytodas

 

*Jorge Garaventa


 

Cuando decimos que el femicidio es la fase superior de la violencia contra las mujeres estamos planteando algo bastante más profundo que emular una frase leninista para adaptarla a otras realidades. Más bien advertimos sobre el riesgo de que la esencia de la mega cncentración del 3 dejunio quede invisibilizada o al menos obstruida por la espectacularidad de los femicidios. De lo que se trata es de poner en evidencia que la muerte de una mujer por el hecho de serlo no constituye una acción aislada sino el cierre de un proceso violento que suele tener su origen en el comienzo de la relación misma con el femicida en los tiempos del “amor romántico”.

El repudio al femicidio es capaz de convocar cabezas culposas y organizaciones de toda índole que difícilmente aprestaran sus pancartas si se llama a repudiar la violencia contra las mujeres.

Los últimos femicidios impresionaron por su espectacularidad y se recortaron como acontecimientos particulares pero repetidos, que concitaron la atención social y de sus alimentadores de opinión, los medios masivos de comunicación.

La concentración del 3 de junio será masiva y variopinta, pero creemos no estar planteando una mirada pesimista si confesamos nuestra sospecha y temor de que el 4 de junio el colectivo de mujeres puede transitar en la misma soledad, incomprensión y falta de solidaridad que antes de la última muerte.

La espectacularidad de los recientes femicidios golpearon la epidermis social que rápidamente acuñó el clásico todos somos/todas somos, y se sabe, si todas y todos somos la víctima, la responsabilidad queda silenciada y diluida. Pero lo fundamental de esta consigna es que generaliza una solidaridad que no es tal, y escotomiza la función social en la conformación de las subjetividades femicidas.

Es desculpabilizante ser todos y todas. La cosa se resume entonces en los monstruos que circularían por fuera del cuerpo social y el remedio es el apartamiento, cárcel o confinamiento. Pero, si el femicida es un producto social la responsabilidad pasa a estar del otro lado. 

La sociedad educa a los hombres en el ejercicio discrecional de sus privilegios cuyo principal evidencia es el suponer no solo la inferioridad de las mujeres sino el pretendido usufructo como objetos de su propiedad, que de eso se trata el patriarcado en definitiva, esa cultura ideológica que se reproduce a sí misma en lo social a través de la educación tanto familiar como escolar.

De eso se trata también, nuestro cansador reclamo por políticas públicas con eje en la educación.

Sabemos que establecer el femicidio como entidad jurídica autónoma hubiera sido un logro más fundamental que lo que se hizo, incluirlo como agravante, pero las severas penas que se acordaron disimula esta mezquina concesión del patriarcado.

La deuda sigue siendo lo preventivo; que la educación de una vez y para siempre se encare desde los primeros estamentos con una perspectiva de género que cuestione la instrucción sexista patriarcal, los estereotipos que perpetúan privilegios.

Las mujeres asesinadas por su condición de tal, son condenadas por pretender autonomía afectiva y sexual en primer término y otras autonomías luego. Son asesinadas por decir “no”. Son asesinadas por hombres, fundamentalmente, o, en algunas ocasiones, las menos,  por otras mujeres que laboran para sostener los privilegios del patriarca, (en general, familiares).

Concentrémonos entonces pidiendo el fin de las violencias contra las mujeres, que sea un grito hacia afuera y una reflexión hacia dentro.

La sociedad debe hacerse cargo de sus productos y establecer los mecanismos de desmonte, los hombres cuestionar severamente la subjetividad hegemónica y la cómoda instalación en los privilegios.

Dejemos en casa las pancartas del “todos somos/todas somos”.Lo primero a derribar ha de ser la hipocresía.

*Psicólogo