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La Prensa que Oprime

Cuando informar es formar o deformar

Jorge Garaventa

 

El largo camino recorrido desde Mariano Moreno hasta nuestros días es el mostrario de cómo los paradigmas fueron rotando hasta convertirse en la verdadera contracara del origen.

Doscientos años son muchos en la historia personal, pero apenas un puñado para una nación. Saber algo de la relación entre los medios de comunicación  y la sociedad en cada época es una radiografía en tiempo real de esa sociedad.

El fundador de La Gazeta pretendía decir su palabra y trasmitir su pensamiento en la esperanza de generar pensamiento en los otros. Asi lo cuentan sus biografías y lo retratan amigos y enemigos. Dos centurias después el entramado de medios masivos de comunicación es gigantesco y complejo. Los medios no buscan decir su palabra y generar pensamiento sino suplir la palabra y el pensamiento del lector- oyente- televidente. Se ofrecen como el verdadero poder en las sombras, y no tanto, y en un programado  plan de control social no escatiman recursos. Pueden fogonear una candidatura para presidir el país, o imponer una forma de desayuno o salidas de esparcimiento. Todo ni más ni menos que desde el hoy diversificado y sagrado deber de informar. Como quien diría, toda una militancia al servicio de producir subjetividades de molde. Y este último párrafo me parece que es la verdadera síntesis tanto de lo que precede como de lo que sigue.

En ese sentido, y tomando un vocablo que los mismos multimedios dominantes han impuesto para descalificar esquemas de pensamiento que no se correspondan con sus estrategias, instalan paquetes de “relatos” que son transportados sin que necesariamente el portador tenga claro su rol en el engranaje construido para sostener intereses que les suelen ser ajenos y adversos. Las estrategias, valga la aclaración, no son ni sencillas ni espontaneas. Más bien responden a tácticas cuidadosa y pacientemente diseñadas y de aplicación gradual pero sostenida en el tiempo.

Para comprender el fenómeno es importante visualizar lo que ha ocurrido con los medios masivos de comunicación.

Allá por 2005 nos ocupábamos de este tema. Releyendo no puede menos que llamarnos la atención  la insistencia de la palabra “sinceramiento” para referirse a un ajuste liberal, en aquel caso aplicado a los medios.

Por entonces participamos en un panel sobre Medios de Comunicación y Violencia de Género, en un encuentro organizado por la Comisaría de la Mujer de San Isidro, y decíamos: “El gobierno de los 90 y quienes lo sucedieron habilitaron una transformación y un “sinceramiento” en los medios, fundamentalmente los llamados de comunicación masiva.

Transformación en el sentido que, hoy socialmente naturalizados, los medios devinieron en multimedios conformando megaempresas que atraviesan transversalmente los dominios de la comunicación y llegan desde múltiples bocas a los sentidos de los usuarios.

Sinceramiento en el sentido de que la objetividad informativa de los medios y la independencia en la transmisión fue un elemento que ha anidado mas en las arcas de la mitología que en la realidad palpable.

Redundamos entonces pero subrayamos que establecidas las cosas de esta manera responden a intereses sectoriales, empresariales y aún variables según las circunstancias socio políticas.

La cuestión se ha complejizado hoy de tal manera que, establecer quienes son los propietarios de los multimedios no necesariamente da pistas claras de a que intereses o sectores responde.”

La comunicación, decimos hoy aunque suene obvio, no es lo que es en apariencia sino lo que es en esencia, una estratificación bastante compleja, de difícil disección, donde confluyen intenciones, ideologías, tradiciones, mandatos e intereses inmediatos entre otros.

Pero de lo que hablamos hoy es que este viraje desnuda el descarnado rol de las empresas de comunicación que, de informar para generar pensamiento independiente, como soñaban los pioneros,  trabajan para formatear al ciudadano de acuerdo a intereses sectoriales que, bien pueden ser los dueños de dichas empresas como sus ocasionales locatarios.

Ya no se trata, por lo tanto, de libertad o restricción de prensa sino de empresas. La información, de ser un valor supremo para sembrar libre pensamiento se ha convertido en una mercancía al servicio de la formación, o más precisamente del formateo.

No es un fenómeno nuevo en si mismo. En todo caso lo novedoso es la masividad de la estrategia.

Las empresas informativas deciden que tipo de sociedad conviene a los intereses que representan y operan en consecuencia.

Naom Chomnsky, el filósofo, lingüista y activista norteaméricano es uno de los estudiosos más destacados en estas estrategias de poder y ha logrado plasmar en un decálogo los pasos hacia el control social perseguido.

Una pequeña digresión: sabemos desde Freud que el Superyó, esa instancia moral que habita al ser humano, crece y se instala desde las estrategias de crianza que padres y madres ejercen sobre sus hios. Una vez instalada, esta instancia, ya no necesita de sus propulsores. Crece y se reproduce por si misma. Si bien la relación es lateral a lo que venimos planteando, es interesante por la similitud de los mecanismos de colonización de discurso que persiguen las mega empresas.