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Los Medios, Partidos

 

Jorge Garaventa


 

La guerra entre los medios de comunicación masiva, el salvaje lanzamiento de las campañas electorales y la adscripción de aquellos a distintas parcialidades políticas arrasa todo a su paso, y entre ello, las éticas, que de tanto ser arrastradas por el barro, no se distinguen de la bazofia. En general nunca los creemos capaces de tanto a los hacedores de cierto periodismo y a determinados políticos, hasta que las evidencias desmoronan nuestras ingenuas previsiones racionales:se animan a todo con tal de ensuciar más al otro, que, bueno es decirlo, no es que haga gala de higiene, de pulcritud y mucho menos de honestidad vital.

La mención de dos casos actuales grafica con holgura nuestra referencia.

Hemos leído los siguientes titulares en medios de opuesta adscripción ideológica:

1)  “El principal referente massista en Santiago del Estero es condenado por abuso sexual”

2)  “Imputan a un intendente K por violencia de género”

Se entiende entonces que se intenta poner el eje no tanto en el hecho cometido sino en la filiación política de quién lo cometió. Se diluye por lo tanto, la supuesta intención de visibilizar la violencia de género o el abuso sexual, para poner el énfasis en cuál es el corral partidario en el que se alojan los nidos de perversos.

Chabay Ruiz y Sergio Salgado, que de ellos se trata, no son recién llegados a la política, y en sus dilatadas trayectorias han transitado por diversos espacios políticos. Hoy sabemos, al haber podido encender un poco la luz sobre sus pasados, que ambos vienen de lejos con situaciones similares a las que han cometido por estos tiempos.

Las primeras reacciones son siempre corporativas y los acusados transitan por distintos medios, siempre abiertos para ellos, demonizando a las víctimas y acusando al otro lado de las corporaciones, de un armado siniestro para perjudicarlos electoralmente.

Nosotros,ciudadanos comunes, como nos gusta decir sin creérnosla del todo, trasladamos a nuestra cotidianeidad esta disputa ajena y la hacemos propia, “tomando partido”y replicando esta intención visibilizadora.

No se nos ocurre, suponemos que se entendió, que haya que ocultar estos hechos e incluso, si se quiere, el espacio partidario que adscriben, sobre todo cuando son referentes.

Lo que planteamos es la necesidad de hacer un análisis poniendo las cosas blanco sobre negro, o negro sobre blanco, como más guste, y desde una mirada en lo posible desapasionada y con perspectiva de género.

Nada nuevo planteamos, demonizando espacios políticos. Estos casos y tantos otros merecen una lectura más profunda, pero a su vez más simple ya que lo que se advierte, es la transversalidad de la ideología machista y sus componentes violentos, que son lo mismo.

No hay ningún sector social ajeno a esto. La violencia contra las mujeres y su fase superior, el femicidio, son parte constitutiva de la sociedad capitalista y ocupan todos y cada uno de los espacios sociales; los que están al amparo del poder y los otros.

Solemos sorprendernos porque en los países de fuerte raigambre islamita, la gente parece estar libre de culpa ya que no vacila en tirar la primera piedra cuando de lapidaciones se trata.

“Aquí no lapidamos”, decimos con la conciencia aliviada mientras engullimos los cascotes que los medios nos sirven, y acríticamente los escupimos luego y con furor,hacia los otros. Cascotes que tal vez lapiden el prestigio político del adversario, pero que sin dudas construyen una muralla detrás de la cual queda lapidada e invisibilizada la esencia, el hecho de que una vez más, el padecer de una mujer que sufrió violencia y su coraje en denunciarlo, son apenas ingredientes de relleno de una noticia al servicio de las batallas partidarias y electorales.


 

Febrero de 2015