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NIÑEZ Y SUFRIMIENTO EN LA SOCIEDAD DEL SIGLO XXI 
 
 
 
Lic. Jorge Garaventa 
Buenos Aires - Argentina 
jorgegaraventa@hotmail.com 
   
 
  
 
Aclaración inicial: para la lectura se utilizará el genérico masculino de
algunos términos que en la escritura contienen el símbolo @. 
 
  
 
¿Hay alguna característica específica en los niños del siglo xxi que amerite el
título de esta conferencia?. Probablemente no, pero sin duda se han agudizado
algunas contradicciones que han traído como consecuencia que algunas cuestiones
que pertenecían al ámbito de lo privado., por ende de lo individual, de lo
solitario, hoy sean materia de interés y derecho público. 
 
El final del siglo trajo aparejado la caída de algunos estandartes propios
permitiendo ver, al correr el cortinado las mas diversas vejaciones a la niñez
que se alojaban y aún alojan, en la familia, la cultura y la sociedad toda. 
 
  
 
Agudizada hoy hasta extremos indecibles, la pobreza, la niñez abandonada y
golpeada, la prostitución infantil- juvenil, eran invariantes obligadas. Cada una
era difícilmente posible sin las otras. Era suficiente entonces, encarar a fondo
una solución a la injusticia social para que los males cesaran y la infancia
volviera a ser la isla de la fantasía. 
 
Por supuesto que dicha solución nunca fue encarada, pero algunos velos empiezan
a correrse, de la mano de los estudios sobre sistema familiar violento, estilo de
familia, de maltrato, de sometimiento a la niñez, que, sabemos hoy, no es
patrimonio de los pobres. 
 
  
 
El noble y el villano comenzaron a asomar al mundo como sujetos del execrable
delito de convertir en un infierno la vida de l@s niñ@s.  
 
Como bien lo describe Eduardo Fernández, en un libro de reciente aparición, la
práctica del maltrato infantil es tan antigua como la humanidad misma. Agrega que
la violencia estuvo siempre encubierta de fines altruistas. En la antigüedad el
sacrificio propiciatorio buscaba mejorar el bienestar de la progenie. 
 
  
 
Otro ejemplo aberrante es el de los niños con síndrome de Down, a quienes, con
el fin de ahorrarles el sufrimiento de una vida discapacitada  se los sometía a
una horrible muerte al ser arrojados desde lo alto de la montaña. 
 
  
 
Y por supuesto la educación se ha llevado el premio mayor en este tipo de
excesos persiguiendo, claro está, el superior interés del niño. 
 
Muchas de las aberraciones que hoy se saben de los cuarteles militares no son
otra cosa que la adopción de métodos que hasta hace no demasiado tiempo eran
práctica habitual en las escuelas. 
 
  
 
¿Quién no recuerda los golpes del puntero sobre la cabeza o los dedos, el tirón
de orejas, mantenerse parado durante horas o arrodillarse sobre maíz? 
 
Y si de humillaciones se trata, los gritos desaforados ante una travesura, o las
orejas de burro ante un fracaso escolar, no son precisamente fantasías de bruja
mala sino precisamente realidades cotidianas en nuestros colegios. 
 
Bueno es recordar también que este tipo de prácticas contaba con el beneplácito
de la comunidad educativa y de los padres en general, o al menos con su
mansedumbre cómplice. 
 
  
 
Y ¿qué decir del "ya vas a ver cuando venga papá" 
 
" Voy a hablar con mi mujer", decía un padre en una entrevista hace un tiempo. "
No me gusta mucho esto de llegar y tener que empezar a repartir palos por lo que
hicieron los chicos cuando yo no estaba. Me resulta muy frío. Le voy a decir que
empiece a pegarles ella un poco también, sino el malo soy siempre yo." 
 
Mas allá de lo que produzca este relato, creo que coincidiremos en que no se
trata de una situación atípica. 
 
  
 
El autodenominado especialista en educación, Jaime Barilko, reivindicaba hace un
tiempo la violencia física y psicológica hacia la niñez como uno de los pilares
de la educación: " hoy los maestros no hacen nada, decía, en mis épocas, cuando
un chico se mandaba una macana se llamaba a los padres, y ahí nomás, delante del
maestro le encajaban un coscorrón."(humillación y violencia) 
 
Dar un coscorrón es uno de los legados de la cultura cotidiana al maltrato
infantil, sinónimo de "un cachetazo dado a tiempo, o de ese golpe que madres y
padres dicen jamás dar, solo un chirlo, solo eso. 
 
Las estadísticas en los hospitales, y sobre todo de niños, muestran el horror en
donde suele finalizar aquello que empieza como un chirlo...los hospitales
psiquiátricos también. 
 
  
 
En un programa de Magdalena Ruiz Guiñazú, hoy abanderada de los derechos humanos
decía hace unos años el columnista Carlos Burone: " Siempre recuerdo como un
ejemplo de lo que debe ser la educación cuando había que formar fila en silencio
para salir de la escuela. A veces se escuchaba una risita y enseguida el ruido
seco de un cachetazo. Cuando salíamos, los dedos marcados en la cara señalaban al
indisciplinado. Era duro, pero no hay dudas de que no lo volvía a hacer, no como
hoy que se le ríen en la cara a los maestros." 
 
  
 
La letra con sangre entra es finalmente otro de los símbolos de esta violencia
consensuada socialmente. 
 
Locos, locas y niñ@s problema a su vez eran la expresión del grupo minoritario
de adultos y niñ@s que se revelaban, y revelan hacia este "natural" trato. 
 
  
 
Mucho de esto, bueno es decirlo, ha cambiado solo en las formas y constituyen
prácticas secretas, no dichas, vergonzantes, de la cultura educativa y social. 
 
  
 
Pero si hay algo que está mas en relación con el sufrimiento y la niñez del
siglo XXI es el develamiento del abuso sexual y el incesto contra la hija niña. 
 
El abuso no es tampoco algo nuevo, no está en la cultura pública, pero hay toda
una cultura del abuso. 
 
Pero, si no es algo nuevo, ¿qué es lo propio del fin y principio de siglo?: Que
se han corrido los velos, los abusados han comenzado a hablar y un desfile
siniestro se muestra ante nosotros. 
 
No hay instituciones que no estén alcanzadas por la evidencia o la sospecha.
(hablo de instituciones en sentido general, no particularizando en nombres
propios);Públicas y privadas, laicas y religiosas, jardines de infantes,
escuelas, hospicios, hospitales, institutos, a diario recrean este tipo de
episodios, mayoritariamente perpetrado contra niñas. Hay entonces una necesaria
perspectiva de género para abordar el tema. Viene en nuestro auxilio Isabel
Monzón: 
 
 "En mi experiencia clínica se confirma lo ya conocido: habitualmente el abuso
se comete dentro del ámbito familiar: tíos, abuelos, padres, hermanos, un amigo
de la familia. Tal vez sea por este hecho que, aunque es un delito, por temor o
por desmentida con demasiada frecuencia no se denuncia. Las estadísticas del
abuso nos hablan de altos porcentajes, mayores en el caso de las niñas. Los
abusadores, en general, son varones. Provienen de cualquier clase social,
religión, raza, profesión y muchos de ellos son casados. 
 
Se vuelve imprescindible entonces descifrar qué sucede en el psiquismo de las
criaturas que son abusadas en la infancia, qué consecuencias psíquicas se
producen en la adultez, qué sucede en el aparato psíquico de los testigos del
abuso y qué pasa en la mente de los abusadores. Descifrar estas incógnitas nos
lleva directamente al tema de la violencia de la desmentida en el abuso sexual
contra menores. Cuando digo desmentida me refiero a un mecanismo psíquico a
través del cual desconocemos algún aspecto de la realidad con el que no queremos
o no podemos enfrentarnos. En su Diccionario de Psicoanálisis Laplanche y
Pontalis definen a la renegación o desmentida como un mecanismo de defensa
consistente en que el sujeto rehúsa reconocer la realidad de una percepción
traumatizante. Se trata de un mecanismo psíquico útil en algunos casos. Todas las
defensas lo son, según el grado, el momento y la frecuencia con que las usemos en
las diferentes etapas de nuestras vidas, en tanto nos ayudan a enfrentar
ansiedades y conflictos cotidianos. Pero, si alguno de esos mecanismos se utiliza
en demasía, el psiquismo se daña." 
 
  
 
Cuando un delito-abuso es perpetrado hay toda una maquinaria de complicidades y
silencios que se pone en marcha para evitar que la víctima hable o sea escuchada.
 
  
 
Un ejemplo fresquito lo tenemos hoy con el caso Grassi, donde cuatro estudios de
abogados, de los mas poderosos del país, enfrentan y denostan impiadosamente en
los medios y en los tribunales a dos menores casi indigentes, o al menos
pauperizados, y sin asistencia legal. 
 
  
 
Detengámonos aquí: el abuso sexual en cualquier grado, produce daño psicológico
severo. Cuando digo cualquier grado, me refiero también a la tentativa. De cómo
el niño haya reaccionado depende también la reestructuración psíquica. 
 
Estos acontecimientos producen siempre desestructuración psíquica. Si el niño
cree haber experimentado placer, o haber sido partícipe activo del abuso, la
sensación de culpa potenciará infinitamente el sufrimiento. 
 
  
 
He dejado para el final el mas oculto y negado de los delitos contra la niñez,
cuya frecuencia y extensión es bastante mayor que los bien intencionados pueden
suponer. 
 
Me refiero al incesto ocurrido entre un padre y su hija/niña, que como bien dice
Eva Giberti, que ha dedicado un estudio muy meticuloso sobre el tema, "
constituye la violación de una menor a la que su progenitor victimiza y a la que
una calificación técnica nomina abuso sexual incestuoso". 
 
Agrega la autora que: " al haberlo incluido en el rubro abuso sexual, se omite
el reconocimiento de lo incestuoso como categoría autónoma en la cual existe un
victimario cuyo perfil se define por haber concebido a la víctima, y de hecho,
por tener la obligación social, civil y psicológica de tutelarlo. Datos que abren
un espacio con significación propia..." 
 
" ...el incesto que describimos se caracteriza porque el padre que viola a su
hija instala un vínculo sexual genital con ella que persiste en el tiempo y
porque le exige a la niña guardar silencio acerca de dicha relación,
circunstancias que tipifican el hecho con características propias." 
 
  
 
Traduzcamos, por un momento, todos estos horrores en sufrimiento de los niños y
las niñas y preguntémonos, a partir de allí, como se construye, con esta niñez
una sociedad feliz y esperanzada en el futuro. Muchas gracias!! 
 
 
 
  
 
BIBLIOGRAFÍA CITADA 
  
 
  
 
Fernández Eduardo: De los malos tratos en la niñez y otras crueldades- Lumen
Humanitas. 2002 
 
  
 
Monzón Isabel: Violencia de la desmentida. Abuso sexual contra menores-
Actualidad Psicológica. 1997. 
 
  
 
Giberti Eva y otros: Incesto paterno filial- una visión multidisciplinaria.
Editorial Universidad 1998