volver

 

¿Otro Mundo Es Posible?
Sobre La Impúdica Persistencia Del Femicidio



“La mujer asesinada por su ex pareja en una casa del partido de San Martín, donde el homicida permaneció atrincherado durante unas siete horas, fue ahorcada aparentemente de manera manual, el sábado a la noche, casi 24 horas antes de que la policía encontrara su cuerpo, mientras que su hija murió de un balazo en la nuca, el domingo, después del mediodía. Así lo determinan los informes preliminares de la autopsia realizada a las dos víctimas del doble femicidio.” (1)



“Una mujer murió ayer en el departamento de San Justo, Córdoba, por las quemaduras que sufrió al prenderse fuego durante una discusión con su pareja, mientras que otra, en la localidad bonaerense de Punta Alta, fue golpeada por su esposo, un militar que la obligó a tomar nafta. Otro caso de violencia de género se registró también en la provincia de Buenos Aires, en Vedia, partido de Leandro Alem, donde un hombre le disparó a su esposa delante de sus tres hijos.” (2)
 


Por Jorge Garaventa

(Para La Tecl@ Eñe)



Probablemente la violencia machista sea estructural en la sociedad capitalista. Ocurre que la revolución se nos ha hecho lejana. Pretendemos pensar el mientras tanto de estas cosas.



Por mal que suene hay que decirlo así: hay temas como la violencia contra la mujer donde la sensación es que siempre se está empezando de cero, donde algunas cuestiones hay que mostrarlas una y mil veces pero siempre va a haber alguien que insista en la relativización, en el intento para nada inocente de igualar situaciones inigualables, o sencillamente un ejercicio interesado de negar lo obvio.



Lo cierto, lo que no tiene discusión es que el femicidio está en franco y preocupante crecimiento pese a la marcada visibilización actual. Cifras recientes de “La Casa del Encuentro”, una ONG que con apoyo de las Naciones Unidas realiza año tras año un seguimiento, cuenta que en este año, hasta septiembre incluido, hay un 8 % más de mujeres asesinadas que en el mismo período del año anterior.



Nos encontramos con situaciones en las que aún no se han logrado soluciones radicales y que es necesario poder pensarlas en conjunto ya que no hay disciplina ni sector social que contenga la suma de saberes sobre estas cuestiones. Las políticas públicas se han mostrado insuficientes o inadecuadas y las legislaciones, que sí han logrado un considerable avance en su elaboración y dictado corren el riesgo de ser letra vana si no se garantizan las condiciones necesarias para su vigencia y aplicación.



Por supuesto que en los treinta años de democracia han habido avances significativos que reconocemos, pero, no podemos detenernos ahí porque, hoy, muere una mujer cada veinte horas en nuestro país a manos de sus parejas o ex parejas, casi todas por el “imperdonable” deseo de ejercer su autonomía afectiva o sexual, o mas sencillamente, por su condición de mujer.



No por muy dicho lo anterior deja de ser preocupante ya que hablamos de maridos y novios, es decir allegados íntimos que en principio deberían ser garantes y fuente de afecto. No es exagerado entonces decir que aquellos espacios que se pensaron continentes de amor vital, devinieron calvario y tumba.



Algunas de las respuestas que se vienen dando son, sin dudas, más insuficientes que erróneas ya que el abordaje se reclama multifacético y constante, con un agregado; se hace necesario estar atentos a las consecuencias no deseadas pero posibles de las intervenciones.



Sabemos que a lo largo y ancho de la geografía se han implementado, con diversos resultados diferentes programas de intervención pero sigue habiendo carencia en relación a un plan nacional integral de prevención, abordaje y tratamiento de las consecuencias de la violencia de género. El estado no suele dispensar la misma generosidad en el momento de movilizar recursos que cuando se trata de sancionar leyes, en algunas de las cuales estamos a la vanguardia. No es poca cosa pero se hace necesario presupuesto y políticas públicas que garanticen. Y en eso estamos en seria mora.

No obstante, el hueco mas ciego es que no se ha trabajado planificadamente en la implementación de políticas preventivas para lo cual es menester establecer con claridad cuales son las causas de la violencia de género. Esto implica la necesidad de un diagnóstico lo más certero posible tanto de las circunstancias de ocurrencia como de los escenarios en los que se va constituyendo la subjetividad violenta y golpeadora de algunos hombres.



Este recorrido nos llevará forzosamente a poner en cuestión la construcción de la masculinidad y sus valores consagrados pero no ha de dejar afuera los tips de lo femenino. La masculinidad y la femineidad han de cuestionarse en su propia esencia y regenerarse desde allí. Desde ya descreemos de algunas construcciones teóricas en boga, bien intencionadas pero erróneas ante nuestra mirada, que sostienen la necesidad de una feminización de lo masculino, y una cierta masculinización de lo femenino. Seguramente subyace el prejuicio que concibe a la mujer como el sexo débil, y confunde al varón con el macho, siendo que este último no solo es una desviación grosera de aquel sino que está precisamente en las antípodas.



De cualquier manera no puede obviarse que es la cultura vigente la que incentiva el machismo, y que de la mano de este los hombres recogen privilegios y pagan precios, sin demasiada conciencia de ganancias y pérdidas.

No solo hay que ser hombre sino parecerlo, y el ejercicio de las herramientas de supremacía que dota el género facilitan entonces el pasaje a distintas formas de violencia, contra los demás y contra si mismo si fuera necesario. Se suele decir que el hombre llega a la violencia para sostener su primacía frente a las mujeres y frente a los hombres por mandato competitivo. Un poco menos dicho, pero no menos evidente es el pacto entre hombres para invisibilizar la violencia contra la mujer, o a la mujer misma.



La mayoría de los estudios coinciden en que la construcción de la masculinidad descansa en la diferenciación absoluta de todo lo que recuerde a la femeneidad, arrollando en esta carrera los afectos y las emociones y la necesidad imperiosa e ineludible de no ser ni un niño ni un homosexual tampoco. Femeneidad, niñez y homosexualidad serían en este modelo un paradigma del fracaso de la hombría.



La mujer independiente y con sexualidad autónoma produce un tembladeral interno. A semejante desafío el macho patriarcal le responde con violencia extrema. El intento de renuncia de la mujer a su semblante sumiso o a su subjetividad esclava del servicio hacia el hombre, suele ser su condena a muerte, o como mínimo la perilla que pone en funcionamiento la agresión femicida. Estamos en el reino de la cultura patriarcal que rige la conducta de hombres y mujeres, propicia, avala, encubre y naturaliza la violencia contra la mujer pero está lejos de ser un colchón de relajación y privilegios para todos los hombres. Mucho menos para quienes se atreven a repensar su subjetividad y plantearse otro tipo de interacción consigo mismo, con sus pares y con las mujeres.



El Patriarcado entonces, yendo a lo elemental, funda modelos de mujer, de hombres y de la relación entre ellos que actúan referencialmente con tanta fuerza que la desobediencia genera la sensación de ajenidad y activa el grueso de los temores que se esconden detrás de la construcción de la masculinidad clásica o hegemónica.



Hemos realizado en otro espacio un estudio mas extenso sobre la construcción de la masculinidad, y a él remitimos (3)

A esta altura hay dos aclaraciones que se imponen. La primera es la intencionalidad degradante que incluye la frase que suele ser pronunciada por quienes sostienen una connivencia vergonzante con el machismo: “no soy feminista ni machista”.



Se compara con fines descalificatorias lo que es una construcción colectiva, representante genuina de la lucha de la mujer por sus derechos y su dignidad, con una modalidad masculina violenta y destructiva que no es otra cosa que, como dijimos antes, una desviación grosera de la masculinidad.


La segunda aclaración remite a una actitud insidiosa con la que se suele intentar relativizar alguna intervención. Es aquella en la que se pretende equiparar la violencia de algunas mujeres a la de los hombres, y por ende, el concepto de género referiría a ambas prácticas. No es cuestión negar la presencia de mujeres golpeadoras hacia los hombres. De lo que se trata es de subrayar que mientras esta es excepcional y estadísticamente irrelevante, la violencia machista es hegemónica y sistemática. Si bien en sus orígenes el concepto de violencia de género englobaba la totalidad de los actos, la contundencia de la violencia contra la mujer y el hecho de que ha sido el feminismo quien desarrollo teóricamente la cuestión, ha terminado de sinonimizarla. Sin esta disquisición sería, de cualquier manera, vano, tratar de tapar el sol con un harnero.

Antes de arribar a algunas conclusiones rescatamos un interrogante que la Dra. Eva Giberti nos planteaba allá por el 2002, y que si bien reflexionaba acerca del abuso sexual infantil, creemos que es pertinente al tema que nos ocupa. Decía que circulaba con insistencia la pregunta que interrogaba sobre si los hechos de los que se trata existen hoy más que antes, o sencillamente hoy están más visibilizados, se informa más, se denuncia mas. El tomar esta última lectura tranquiliza y desresponzabiliza ya que…”ocurrió siempre”. De lo que se trata entonces es de asumir que, sea como fuere, en mayor o en menor magnitud, está ocurriendo hoy, y de eso la sociedad no puede hacerse la distraída.



A modo de reflexión



El grueso de nuestro desarrollo apuntó a mostrar que los sujetos que agreden golpean y matan mujeres no son individuos excepcionales, monstruos sino construcciones sociales, productos de la cultura patriarcal vigente. También la mujer golpeada es una construcción social y cubre un rol pre asignado.

Desde nuestra construcción pretendemos, aunque conocemos las dificultades inherentes que si hay una construcción, es posible una deconstrucción. No es tan simple ni lineal y probablemente no siempre sea una meta a lograr ya que algunas estructuras están dotadas de semejante arraigo que se torna desalentador.

Pero de lo que no debemos desalentarnos porque si es necesario y posible, de la implementación de políticas públicas que apunten a la prevención, con el concurso de las instituciones de la sociedad pero sobre todo de la escuela. Desde el vamos, desde la educación en sus primeros escalones, nos referimos al jardín de Infantes, han de implementarse intervenciones que cuestionen de raíz los estereotipos de género, que ponga el eje en lo igualitario y aliente la convivencia y el respeto por la diferencia.

El grueso de los planes vigentes apunta a las consecuencias de la violencia de género o a intentar erradicar conductas de violencia e intolerancia entre adolescentes. Nos quedamos dando vueltas alrededor de la urgencia, necesario e ineludible pero insuficiente.

Hace al menos una generación que damos vueltas alrededor de lo mismo. No podemos perder otra generación. Las políticas educativas deben implementarse ya, y la escuela ha de ser efector para el alumnado pero también para el grueso de la sociedad. Generaciones y generaciones se han criado a la sombra del machismo consensuado, y el machismo, y esa es su esencia, descalifica, desvaloriza y mata.







Notas



A los fines del presente ensayo esbozamos esquemáticamente lo que hemos desarrollado en extenso en otro espacio sobre la construcción de la masculinidad. (3)





(1) (2) estos cuatro casos ocurrieron el 25 de noviembre, día internacional de lucha por la eliminación de todo tipo de violencia contra la mujer. Al día siguiente los medios registraban tres femicidios más.



3) Las vestiduras de la masculinidad con bastante tela para cortar- Jorge Garaventa- http://www.institutojuanperon.org.ar/gyp/revista-genero-y-peronismo-11





*Psicólogo