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7º Congreso Internacional de Salud Mental y Derechos Humanos- Asociación Madres de Plaza de Mayo

 

Panel Invisibilidad, negación y genocidio de los Pueblos Originarios. Consecuencias psicosociales-

 

Ponencia: Sospecha delincuencial, las otras formas de los genocidios

Lic. Jorge Garaventa- Psicólogo

 

 

La invisibilización no es gratuita ni casual, mucho menos inocente o a la deriva. Hay una cultura subyacente, la que da nutriente al pensamiento patriarcal que es el sustrato de aquellas políticas que apuntan al borramiento de las diferencias. Cómo decimos en algunos escritos,  “Hablamos de Patriarcado refiriéndonos a un  ideario con consecuencias constantes en la vida cotidiana. Es ese sistema de pensamientos, ideas, normas, prejuicios y acciones varias que legitima para quien no ejerza un pensamiento crítico, la subordinación de la mujer, y por extensión los niños y las niñas al “natural” dominio de los hombres.” Veremos, por extensión legítima, que este ideario hegemónico patriarcal está en el sustrato de cada acción, pequeña o global que apunte a erradicar lo distinto, ya sea a través del asesinato o del chiste, para plantearnos arbitrariamente dos extremos

Hay una concatenación de hechos y circunstancias que planteo en esta intervención que tienen que ver con una concepción acerca de la discriminación, que le da continuidad al genocidio de los pueblos originarios,  y que culmina en lo que está ocurriendo hoy con el intento de criminalizar a la niñez y la adolescencia. Un lazo de continuidad que tiene algunas razones históricas  que son bastante interesantes, por lo menos de plantear.

La dinámica de los genocidios  es que en general en los pueblos ocurren una vez  y establecen condiciones para siempre. Y además, en relación a los sobrevivientes de esos genocidios, rara vez, la concepción que queda acerca de ellos es de sobrevivientes o víctimas de esos genocidios, mas allá de los discursos del buen decir, sino que lo que queda en el contexto social es una idea subjetivadora de los y las sobrevivientes que tiene que ver con lo que llamamos los grupos riesgosos, para diferenciarlo de lo que son los grupos de riesgo.  Para ser claro, un sobreviviente de un genocidio podrá ser homenajeado en esto que llamamos los discursos del buen decir, pero por otro lado, desde la concepción social, desde ahí, y para toda la vida, se destacarán lo que serían las características “negativas” de esta población a la cual pertenecieron.

Con el tema de los judíos tenemos un ejemplo bastante claro.  Independientemente de las palabras políticamente correctas,  lo que después circulan en e grueso social acerca de los judíos es precisamente la cuestión de caracterizar lo que se consideran los aspectos negativos de ese sector social que además no es otra cosa que un conglomerado de mitos y prejuicios que, no inocentemente están puestos a volar por quienes conocen de que forma prende este tipo de ponzoña en la piel del “ciudadano común”.

La otra cuestión, también central, es que el genocidio tiene raíz muy fuerte en el constructo  psicológico social de la intolerancia extrema de las diferencias. No obstante,  eso es una parte, no es el todo. Porque en realidad cuando analizamos un poco más finamente las historias de los pueblos diezmados,  nos encontramos con que no es poco importante la voracidad económica de quienes emprenden un genocidio, lo cual nos permite sostener,  que no hay genocidio sin robo y sin despojo. Nosotros lo hemos vivido aquí,  en argentina con el terrorismo de estado. No hubo secuestro, no hubo violación de domicilio en la cual no se llevaran todos los bienes de las familias. Además de la intención genocida hay una política depredadora. También después podemos analizar, en el caso nuestro, el propósito de instalar un plan económico determinado, pero esta cuestión del genocidio como intolerancia a la diferencia y como robo y despojo es lo fundamental.

Retomemos lo que decíamos acerca de lo que pasa con los sobrevivientes y en algunos casos con la memoria de aquellos que han muerto víctimas del  genocidio. Hay un efecto de desplazamiento psicosocial dañino por lo cual las supuestas características negativas de los grupos víctimas,  se atribuyen a los grupos afines a aquel sector social que ha sido designado. En nuestro caso, los negros, los bolitas, los cabecitas negras, Hay toda una atribución de características negativas, a estos sectores directos, por sangre, de los pueblos devastados, o, por afinidad cultural o social.

Cuando hace un tiempo estuve en Santiago del Estero, me sorprendió, con que naturalidad se sigue hablando de los blancos y los negros;  y decía un sociólogo santiagueño que los blancos seguían siendo los dueños de la tierra, los dueños de los gobiernos, los dueños de lo social y que los negros estaban condenados a la marginalidad, pero no solamente económica o laboral sino también geográfica,  en el sentido que se les reservan los perores espacios de la estigmatización.

Arribamos a la caracterización, entonces,  los grupos de riesgo y los grupos riesgosos. Es necesario tener en cuenta que son delimitaciones socialmente designadas que dan cuenta, de alguna manera, de los mapas o cicatrices de la discriminación. Los grupos de riesgo son  aquellos que pueden ser atacados por los grupos riesgosos, a los cuales hoy ya no les alcanza, a los primeros, ni los countries, ni los barrios cerrados, ni ninguna forma de higiene social. Hay toda una cuestión que tiene que ver  además con una complicidad mediática, que apunta a poner en primer plano la peligrosidad de los grupos riesgosos.

¿Porqué planteo esto?

Hoy,  por ejemplo, en las pocas estadísticas confiables que existen, no se comprueba un incremento del delito. Lo que ha habido es un movimiento de acentuación de algunos grupos mediáticos poderosos, a partir de tres o cuatro hechos , terribles, condenables, pero que tomando esas particularidades pretenden generalizar  a una cuestión que lo que permite es volver a instalar un clima que rehabilite una ley que fue derogada en los papeles pero no en los hechos. Me refiero a la ley 10.903, de 1919, conocida como la ley Agote en referencia a su autor, o la de Patronato de menores, en alusión directa a su incumbencia. y aquí es donde se junta una cosa con la otra, porque es interesante saber, en dos palabras, que es la ley de patronato y porqué se impulsa y establece esa ley.

Este instrumento fue fogoneado  fundamentalmente por los sectores aristocráticos de capital y Gran Buenos Aires, que hace cierta a la posibilidad de que los “menores”, niños y adolescentes que estén en conflicto con la ley penal, puedan ser encarcelados, y aún, cuando cumplan su pena, tenga el juez la potestad de decir si están en condiciones de salir o no, del instituto en el que fue alojado, y si su familia puede o no, estar en condiciones morales de recibirlo. Si la respuesta fuera negativa esto implicaría que continúa en ese instituto de menores, en calidad de protegido. O sea, estuvo dos, tres años preso, cumplió la condena. A partir de ese momento se le dice,” te felicito, estás libre, pero no podés salir porque como no tenés quien te ampare, entonces quedás adentro del instituto”. Bueno, salvando las distancias, es el mismo discurso que elaboró la Corte Suprema de la Nación,  para impedir la libertad de los menores que la Cámara de Casación porteña había dispuesto, a fines de 2008 en un comentado y controvertido fallo.

Estamos entonces ante la reconocida cuestión de que  en vez de plantearnos políticas sociales y judiciales, planteamos mas cultura represora.

¿Cuál es la continuidad que yo planteo? Que  en los fundamentos, explícitos e implícitos  de la ley,  se establecen los grupos marginales como aquellos que son destinatarios de la aplicación de esta ley, entre los que figuran, indígenas, hijos de campesinos, hijos de obreros del suburbano, hijos de obreros desocupados, y de inmigrantes.

Esta ley, con mucho esfuerzo, pudo ser derogada apenas hace un par de años y reemplazada por una ley de protección integral de la niñez, que era innecesaria, al menos teóricamente,  porque al estar ya en la Constitución Nacional la declaración universal de los derechos del niño, esta cobra fuerza de ley de aplicación ineludible. No obstante lo cual, lo que se sigue aplicando es la antigua ley de patronato porque lo que había que cambiar no era la ley sino la cabeza de los jueces, ya que,  que en aquel momento, y en este movimiento discriminatorio legal, la justicia estaba conformada, y así sigue hasta hoy, por tradición, por las cabezas jurídicas de las “mejores familias”, lo cual implicaba, ser miembro del Opus Dei, tener un doble apellido y pertenecer, como mínimo, a la aristocracia.

Enfaticemos, para cerrar, que la discriminación, como cultura subyacente,  está incorporado en cada uno de nosotros, que nos excede, que tiene que ver con un marco cultural en el que crecimos y que a veces ejercemos actos violentos, de discriminación, aún sin advertirlo cabalmente, y hasta con ropaje casi gracioso. La gracia, la inocencia, el descuido no puede hacernos perder de vista que hasta la más inocente forma de discriminación, al final del camino…cuesta vidas

Buenos Aires, diciembre de 2008