Tocata y Fuga de Roberto Piazza
Jorge Garaventa
No debió haber pasado tan desapercibida ni catalogada como efecto de su
vedetismo divo la decisión de Roberto Piazza de cerrar su fundación de lucha
contra el abuso sexual infantil y dedicarse nuevamente y en forma exclusiva al
mundo de la moda.
Al menos, por ser la voz de una víctima que luego de décadas se atrevió a
mostrar públicamente su drama con la esperanza de que otros se atrevieran a
hacerlo, por haber puesto su trascendencia mediática en función social, lo que
permitió la sanción de una ley por la que hace rato veníamos trabajando sin
resultados y por el sencillo hecho de poner su nombre en una Fundación lo cual
facilitó medios a otros afectados para enfrentar lo que se desencadena cada vez
que alguien se atreve a hacer una denuncia de abuso sexual infantil. Por esto y
otras cuestiones que seguramente se escapan en este apretado raconto, el paso al
costado de Piazza debió haber tenido mas repercusión mediática y social.
Hemos leído y escuchado en muchas oportunidades el testimonio de colegas que se
deciden a no trabajar mas en el tema a raíz de los hostigamientos tanto de los
supuestos abusadores y de organizaciones que los nuclean como de las amenazas y
agresiones que suelen provenir de las causas judiciales mismas.
Pero lo de Roberto Piazza debería ser especialmente entendido porque coloca la
pelota de este lado, no solo en lo que dice sino en lo que decide no decir pero
connota.
Desnuda una realidad de la que no se habla porque es políticamente incorrecta.
Se cansó de las luchas intestinas incomprensibles entre quienes trabajan con el
tema del lado de “los buenos” y que por una porción de poder inexistente, no
tienen escrúpulos de sacar a los codazos a quienes son molestia en la
construcción de la quinta propia. Se cansó de la hipocresía perversa “entre
pares”.
Dice Piazza: “"Creo que dejo un lugar vacío que ya no puedo llevar adelante y
que gente más limpia de alma puede hacerlo; yo no estaré más. Cierro mi
fundación contra el abuso sexual infantil y me dedicaré a la moda y a mis artes
y a mi vida que lo necesita. Fueron más las peleas y las desilusiones que
ustedes no conocen y jamás haré públicas, que lo que en verdad me dio placer y
me llenó el alma. El mundo no lo cambiaré, pero algo ya hice",
"Aquí termina una etapa de Piazza, y comienza otra. Es un país lleno de odio y
amarillo y no tengo ganas ya de seguir peleando contra el diablo y la idiotez
masiva y política".
“Gracias a los pocos que ayudaron y perdón a los que están esperando mi ayuda
ante la aberración de un psicópata, yo no puedo hacer más nada. Mi alma en ese
aspecto tocó fondo"
Esta es la historia de Piazza, no es la única. Podemos tomarlo como un problema
personal del diseñador o intentar reflexionar sobre lo que está denunciando,
porque en este caso, y es bueno reiterarlo, no se refirió a la malicia del lado
de los abusadores sino a la otra, la innombrable…