Tomatelás!
La Participación Estudiantil y el Horror Social
Jorge Garaventa*
(para La Tecl@ Eñe)
Estudiantes de la secundaria,
Cantemos al libro y al saber.
Todos con voz, emocionada,
Juremos esta escuela defender (1)
No hay dudas que lo que se esconde detrás de la actitud condenatoria de un gran
sector del tejido social ante la toma de los colegios y la posibilidad de
legitimar su palabra a través del voto a los 16 años, es un profundo desprecio
hacia la niñez, la adolescencia y la juventud…
Si bien es cierto que hay un estereotipo social que pone en la mira de condena a
nuestros jóvenes, no es desatinado afirmar que no es por sus desmanes sino por
sus desafíos que hoy están, (permanecen) en la mira.
Decíamos en un documento del movimiento Cromañón que los jóvenes no son un
problema sino que están en problemas. Es que la democracia no ha ejercitado la
sabiduría que le suponemos para solucionar los problemas de la juventud que
periódicamente sigue siendo un sector estigmatizado.
Algunas, no pocas veces, hemos dicho que los estudiantes señalan el camino. Los
estudiantes se pusieron al hombro la defensa de la escuela pública y resistieron
con coherencia y organización el fuego cruzado al que fueron sometidos por
distintos sectores, algunos, incluso, de la comunidad educativa.
Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que han ganado una durísima batalla y
que aunque la esencia del reclamo y los resultados pretendan ser sepultados por
el ninguneo mediático, se ha logrado frenar, al menos por ahora, la
desjerarquización de la escuela pública. Lo cierto es que las tomas de las
escuelas han reinstalado el protagonismo estudiantil. Los jóvenes se mostraron
dispuestos a ser artífices de su propio destino, y, se cuente lo que se cuente,
no se puede tapar el cielo con un harnero.
El escenario político cambió notoriamente desde que decidieron defender lo suyo
frente a una de las expresiones más contundentes de la intransigencia del poder.
Antes de las tomas había una realidad amenazadora, una reforma educativa,
unilateral y empobrecedora que empezaría a estar vigente desde el año próximo.
Hoy nos encontramos con un acuerdo firmado en sede judicial donde el gobierno se
compromete a postergar la aplicación de las reformas y se abre en diálogo con la
comunidad educativa a partir del año próximo. La sapiencia de los estudiantes se
reflejó en que no hubo una oposición cerrada y caprichosa sino una exigencia de
sentarse en la mesa de negociaciones, con ese tema y con cualquier otro que haga
a la esencia de la escuela pública.
Digamos que el hecho de haber podido sentarse en la mesa de negociaciones con el
ministro Bullrich, firmante en 1976 de una carta pública al dictador Videla,
agradeciendo el golpe de estado, no fue una concesión graciosa, ni mucho menos
una presión prepotente, como se insistió desde el gobierno porteño. La jueza, en
el momento que se hace la denuncia contra las tomas, está más cerca de ordenar
la normalización de los establecimientos educativos, pero, como corresponde a un
magistrado de la democracia, cita a las partes para conocer las posiciones. La
línea argumental de los representantes del estudiantado fue tan contundente que
la Justicia no sólo llamo a conciliación de las partes y se estableció como
mediadora y garante, sino que además desestimó cualquier acción represiva.
Algo distinto sucedió. El estereotipo, hasta el momento en que las tomas se
hacen públicas hablaba de la desidia estudiantil, del desinterés y la zoncera en
acto, de padres, madres, docentes y directivos denunciando la apatía juvenil, un
transitar desinteresado por los senderos de la educación. ¿Cómo llegamos a esto,
entonces?
Un paréntesis para singularizar. Quien esto escribe tiene respeto y admiración
por la política y sus distintas formas de ejercerla, incluida la partidaria.
Aprovechando el furor liberal de la descalificación de lo partidario sectorial,
sumado al poco recomendable ejercicio que algunos sectores han hecho de ello, se
ha pretendido reducir la movida estudiantil a una disputa partidaria entre la
Cámpora, agrupación que promovería el enfrentamiento para favorecer a la
administración nacional y el gobierno Pro. Nada estuvo más lejos de ello, pero
si hubiera sido de esa forma también la hubiéramos destacado. No habría razones
serias para oponerse a la política partidaria en la escuela cuando ha de ser, a
la brevedad en la vida de los jóvenes, la que decida opciones de gobierno. No es
lo partidario sino el ejercicio hegemónico y clientelista de ello lo que hace
repudiable algunas políticas. Bienvenidos entonces los representantes de los
partidos políticos que pretendan tener un diálogo abierto con los estudiantes.
No tardarán demasiado en advertir que estamos frente a una masa crítica
absolutamente refractaria a la bajada de línea y sin disposición de hacer
concesiones. Hablamos de un colectivo que no da nada por obvio y que está lejos
de someterse calladamente a los mandatos sectoriales.
Resultó llamativa la desinformación social acerca de los motivos que impulsaron
la toma de los colegios. Estaban quienes no lo sabían porque no les interesaba y
el único objetivo que los movía era restablecer el orden al día anterior, pero
tan patético como ello, o tal vez más porque pretendíamos otro nivel de
expectativas, tampoco muchos de los pocos que apoyaron las medidas desde la
periferia se interesaron en informarse para informar idóneamente.
Un comunicado de un agrupación política proclamaba públicamente su apoyo a la
lucha de los estudiantes: los compañeros salieron a decir basta, proclamaban, a
decir que tienen derecho a estudiar en escuelas con gas, con luz eléctrica, con
los elementos necesarios, con limpieza, con profesores con salarios dignos, sin
empresas de seguridad privadas…Todo eso podría, indudablemente constituir un
manifiesto de reclamos, y de hecho es una demanda constante de la comunidad
educativa, pero, intencionalmente quedó fuera del actual movimiento que tuvo la
claridad de percibir que de lo que se trataba era de un golpe devastador a la
currícula de la escuela pública que la dejaba seriamente dañada. Con el toro en
pleno proceso de desangre, el torero apenas si ha de esforzarse en terminar una
tarea que se concluye a si misma. Los muchachos y las chicas advirtieron
rápidamente la maniobra de quienes poco aprecio tienen por la educación popular
y encima descargan en el rubro gasto todo aquello que quienes sabemos del poder
sanador social de la cultura, llamamos orgullosamente inversión.
La actual administración porteña enarbola la salud y la educación como
mercancía. El acceso a la calidad será acorde con las posibilidades de pago de
cada quién. Habrá que sostener algunos espacios públicos, periféricos y mal
provistos, destinados a los menos pudientes, no tanto por vocación sino por
exigencia legal. Este párrafo será esencial al momento de entender el porqué de
las tomas.
El Consejo Federal de Educación está conformado por los Ministros de Educación
de todas las provincias del país. Las decisiones que tome el organismo son,
según el caso, recomendaciones o normativas de ejecución obligatoria, las cuales
deben surgir del consenso. Cada uno cede parte de su autonomía en post de un
objetivo mayor unificado, un plan educativo general que contemple un proyecto de
nación y que a su vez respete las diversidades y particularidades regionales.
Parte de la esencia de este objetivo se perdió en el camino, pero la estructura
de funcionamiento sigue andando.
El CFE luego de una paciente tarea establece los contenido mínimos a los que
cada distrito habrá de ajustarse para lograr que los títulos tengan validez
nacional, esto es, que en el libre deambular por la república un titulo tenga la
misma valoración tanto en Ushuaia como en La Quiaca. La Ciudad Autónoma de
Buenos Aires solo debería realizar adaptaciones menores ya que la curricula en
vigencia supera holgadamente lo establecido por el consejo. No obstante, la
administración porteña puso manos a la obra en lo que amagó ser un inexplicable
recorte, sólo entendible si volvemos a los párrafos donde diferenciábamos entre
gasto e inversión y le suponíamos la salud y la educación del lado de la
mercancía.
No es necesario explicar lo que significa para una escuela técnica la supresión
del turno noche, y esa es apenas una de las reformas propuestas, el resto es la
supresión de materias específicas porque no están contenidas en lo mínimo
obligatorio y la supresión de esas horas clase o su reemplazo por contenidos más
“culturales”, es decir, caballitos de Troya para transportar ideología.
Los jóvenes respondieron con contundencia lógica: no sólo pretendemos un título
con valor a nivel nacional sino que pretendemos la excelencia cuando ésta es
posible. Así, lo que fue pensado para garantizar un saber mínimo es convertido
por Bullrich y su troupe en una herramienta de ajuste liberal.
El horror social ante la toma mostró primero una de las facetas más crudas de
esta modernidad…es inexplicable que se tomen todas las escuelas, se dijo, cuando
las únicas afectadas por las reformas son las técnicas. Esta mentira tuvo patas
cortas ya que rápidamente se supo que el comienzo de la desarticulación de la
calidad educativa abarcaba a todo el espectro secundario. Pero la preocupación
se hizo pública: las autoridades, sectores directivos de las escuelas, no pocos
profesores, padres y madres reaccionaron con convulsiones al ver que entre los
alumnos se retornaba a algo que creían definitivamente erradicado, la
construcción de lazos de solidaridad personal y social.
El movimiento estudiantil, cuyos líderes sorprendieron a los distraídos por su
madurez y solvencia conceptual, contó con un amplísimo apoyo de base, no sólo
por la masividad de las asambleas sino por la contundencia de las votaciones que
iban ratificando lo actuado.
La mirada corta de quienes se oponían a las tomas ya sea por cuestiones de
comodidad o ideológica se reflejaba en manifestaciones que ponían el énfasis en
la pérdida de clases o de aprendizaje de contenidos. Los muchachos y las
muchachas habían encendido las luces largas y podían ver que lo que se jugaba
era la pérdida del futuro…y actuaron en consecuencia.
La sociedad porteña, al menos sus sectores más expresivos, no acompañaron la
toma, la combatieron, la repudiaron y hasta tuvieron a padres, madres, docentes
y directivos que intentaron actuar como punta de lanza rupturista de un
auténtico movimiento de defensa de la escuela pública.
¿No veían lo que señalaban los jóvenes? Si, pero la cosa pasa por otro lado, por
otras frustraciones, por la modelación mental que se diseñó durante el proceso y
se reforzó en el “que me importismo” de los noventa. Nos auxilia Eduardo
Aliverti:
"Los enardece que los pibes estén en la calle o movilizados, porque les altera
la idea del orden básico…
Con ciertas excepciones, en cualquier lugar del mundo de cualquier época los
estudiantes fueron y son genéricamente sospechosos, o culpables, hasta que
demuestren lo contrario. Vagancia, desatención, indisciplina, trampa, a veces
violencia, son los caracteres que les confieren a priori.
Ahí es cuando saltan, y/o se muestran mediáticamente, los más bajos instintos
sociales, los resentimientos más profundos, las derrotas ideológicas, el dichoso
enano facho. Ahí ya se trata de una masa de sujetos peligrosos y jóvenes, para
peor, que amenaza no se sabe qué, pero amenaza.
Porque hay algo muy fuerte antes que eso: resulta que todos los adolescentes de
este país eran una manga de pelotudos birra-faso-videogame, desentendidos de
toda impaciencia política. Y de la noche a la mañana salen de ese debajo de la
tierra; y hacen asambleas; y reviven a los centros de estudiantes o ya estaban
vivos y coleando y uno permanecía en su frasco; y si se nacionalizara el
conflicto, el propio gobierno nacional podría perturbarse porque ya no sería,
solamente, factura para el macrismo. ¿Dónde estaban estos pendejos? ¿Cómo no los
vimos?”
Y esto es apenas un comienzo. Los jóvenes han mostrado en estos días que tienen
un proyecto de Escuela pero que también tienen un proyecto de Nación cuya
construcción están dispuestos a transitar. No son jóvenes cautivos sino con
convicciones que no están dispuestos a negociar.
La forma en que enfrentaron la reforma es un aviso. Estos muchachos y estas
chicas votarán en las próximas elecciones. No son agradecidos, tienen claro que
nadie les regala nada, que el derecho a elegir votar a los 16 no es una
concesión…saben de derechos y saben del ejercicio de los mismos. Esto nos pone
al borde de un nuevo diseño de la política…no a todos los jóvenes se los traga
el hipopótamo de Mc Donalds.
(1) fragmento de la Marcha a la Escuela Secundaria de Moquehuá (B)- Rolando
Menescardi, Teodomiro Rodriguez Pino
*Psicólogo