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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA ARGENTINA

“Santa María de los Buenos Aires”

Facultad de Filosofía y Letras

y el

INSTITUTO UNIVERSITARIO KURT BOSCH

 

 

SEMINARIO INTERNACIONAL

SOBRE VIOLENCIA ESCOLAR

 

                                                                                                                  

 

 

Violencia en la escuela y violencia de la escuela

 

Lic. Jorge Garaventa

 

En general suele abordarse la cuestión que nos convoca desde el punto de vista de los niños, niñas y adolescentes como portadores de violencia o agresión.

Me voy a referir a otro aspecto del problema que no implica oponerlo a lo anterior sino mostrarlo como el complemento que completa el análisis.

Hay dos afirmaciones aparentemente contradictorias que sin embargo coexisten perfectamente por el valor de verdad que conllevan:

1)    La violencia escolar no existe.

2)    La violencia en las escuelas es uno de los problemas mas dramáticos de educación actual.

Sostengo que la violencia escolar no existe para pasar inmediatamente a una categoría mayor, englobante de esta y otras formas cotidianas de expresión de la agresión entre seres humanos.

Hay una violencia social en crecimiento que también se manifiesta en las escuelas pero que no deja de estar presente en el hogar, el trabajo y los lugares de diversión.

Si se habla de violencia en las escuelas, que es el término que prefiero al de violencia escolar nos estaríamos refiriendo a un fenómeno que podría ser pensado como una serpiente con dos cabezas con predominancia alternante de uno u otro extremo, pues difícil es evaluar plenamente el tema si no consideramos a la escuela tradicional como generadora de violencias.

Lo cierto es entonces que el fenómeno que nos convoca no brotó de una piedra ni cayó del cielo. Lo que hoy ocurre tiene parte de su origen en los desfasajes ético morales de los 90, pero no exclusivamente. Hay un decantado histórico que minó el terreno para que, sin demasiadas dificultades estallara ante los efectos devastadores, sociales, morales y económicos de la vigencia de la economía de mercado.

Cuando se ahonda en la historia de la niñez se comprueba que en todos los tiempos de la historia, y el actual no es ajeno, los maltratos, abusos y todo tipo de excesos hacia niñas y niños son moneda corriente. Y por supuesto la educación no ha sido ajena a  este tipo de excesos.

¿Quién no recuerda los golpes del puntero sobre la cabeza o los dedos, el tirón de orejas, mantenerse parado durante horas o arrodillarse sobre maíz?
Y si de humillaciones se trata, los gritos desaforados ante una travesura, o las orejas de burro ante un fracaso escolar, no son precisamente fantasías de bruja mala sino precisamente realidades cotidianas en nuestros colegios de hace algunos años.
Bueno es recordar también que este tipo de prácticas contaba con el beneplácito de la comunidad educativa y de los padres en general, o al menos con su mansedumbre cómplice. Felizmente no solo desde quienes luchamos por los derechos de la infancia sino desde el riñón del sistema educativo mismo surgieron los anticuerpos que permitieron erradicar estas prácticas en general, pese a que no se puede negar la persistencia de bolsones autoritarios.

Pero mas allá de que este tipo de prácticas hoy está bastante ausente en los centros educativos es difícil hallar referencia a ello en la bibliografía especializada y mucho menos aún que a esto se lo denomine violencia escolar.

Volviendo a la violencia social- familiar que se aprende y luego se recrea n los ámbitos educativos la nicaragüense María López Vigil nos decía:
“En la casa, la violencia es vista como algo natural, necesario. El padre le grita y le pega a la madre, la madre le grita y le pega a los hijos y a las hijas, las hijas e hijos mayores gritan y golpean a sus hermanos y hermanas más pequeñas, y los más pequeños apalean al perro y salen a la calle a matar pájaros a pedradas... Generación tras generación, cada uno de los eslabones se engarza con el otro en una cadena sin fin.”. Ya está harto dicho y presenciado que las violencias se han trasnsversalizado de tal forma que hoy no hay sector social exento.
La Lic. Eva Giberti, en una nota en el diario Clarín de noviembre de 2000 nos decía:

“La escuela, el colegio, aquellos los lugares donde personas de todas las
edades estudian y se capacitan, resultan ser como extensiones de la propia
casa y de la familia. El modelo que reciben no solo se refiere a datos y
conocimientos sino también a formación y preparación como personas. Todo
proceso educativo se da o debería darse en un contexto afectivo y de
transmisión de valores y principios, tanto en la teoría como en la práctica.
Esto se encarna en personas concretas, cuyo rol de educadoras las coloca
como ejemplos vivientes.  De maestras/os, profesores/as, docentes en
general,  se observa y se aprende mucho más de lo que formalmente ofrezcan
como enseñanza. Dada la relevancia del papel que cumplen las educadoras y
educadores es que resulta especialmente necesario que se capaciten y formen
también como transmisores y multiplicadores de otro tipo de cultura, hábitos
y actitudes que aporte a la disminución de la violencia que afecta a la
sociedad. Resulta conveniente entonces que puedan obtener una capacitación
básica y realista de lo que significa un cuadro de Violencia Familiar para
orientar eficazmente a quienes pueden estar en peligro de muerte y que ya
han sufrido graves daños, dado que las víctimas tardan bastante en relatar a
alguien lo que sucede en sus hogares

La autoridad que da el rol de educadora/or y el ejercicio de una tarea de
dedicación y servicio a las personas de la comunidad, son factores decisivos
para ejercer una influencia constructiva en aquellas/os que se pueden
encontrarse en una situación de riesgo.”

Estamos hablando de hace cinco años, no imaginábamos la masacre de Carmen de Patagones y mucho menos lo que ocurrió luego de las jornadas de diciembre de 2001, es decir, el rol pedagógico asfixiado en la necesidad de las múltiples tareas de asistencia social a que fue convocada la escuela ante el geométrico aumento de los deslizados del sistema. (Este concepto, acuñado por Eva Giberti en un curso del consejo Metropolitano de Niñez se refiere a ese sector de la clase media que, alcanzado por la crisis que tuvo su epicentro en la caída del gobierno de la Alianza fue desplazándose de su nivel social hasta carecer de lo mas elemental para una vida digna.)

No afirmo entonces que la escuela sea la responsable de la violencia de los chicos, salvo algunas excepciones con las que nos encontramos en los medios de comunicación: hace poco tiempo nos informaban los diarios que una maestra había desnudado a todos los niños porque le había faltado dinero y que otra, agotada porque no lograba que hicieran silencio los había amordazado. Restos de un sistema represivo en retirada pero que bastante tiene que ver con lo que hoy está ocurriendo.

Traigo finalmente dos ejemplos a los que suelo recurrir para mostrar que hay un estilo que insiste aunque hoy tenga poco nivel de convocatoria entre los docentes,  extraídos de un escrito al que titulé “Niñez y Adolescencia en la Sociedad del Siglo XXI”:

En una entrevista en el diario La Nación, el  especialista en educación, Jaime Barilko, reivindicaba hace un tiempo la violencia física y psicológica hacia la niñez como uno de los pilares de la educación:

  " hoy los maestros no hacen nada, decía, en mis épocas, cuando un chico se mandaba una macana se llamaba a los padres, y ahí nomás, delante del maestro le encajaban un coscorrón.”

En un programa de Magdalena Ruiz Guiñazú, decía hace unos años el columnista Carlos Burone:

 

" Siempre recuerdo como un ejemplo de lo que debe ser la educación cuando había que formar fila en silencio para salir de la escuela. A veces se escuchaba una risita y enseguida el ruido seco de un cachetazo. Cuando salíamos, los dedos marcados en la cara señalaban al indisciplinado. Era duro, pero no hay dudas de que no lo volvía a hacer, no como hoy que se le ríen en la cara a los maestros."

La letra con sangre entra es finalmente otro de los símbolos de esta violencia consensuada socialmente.
Locos, locas y niñ@s problema a su vez eran la expresión del grupo minoritario de adultos y niñ@s que se revelaban, y revelan hacia este "natural" trato.

Mucho de esto, ha cambiado solo en las formas y constituyen prácticas secretas, no dichas, vergonzantes, de la cultura educativa y social.

 

Voy a ir, ahora si, al núcleo de la cosa porque sino pareciera que estoy diciendo que esta violencia existe porque existió la anterior y no es precisamente lo que pretendo sustentar.

Hoy hay niños que golpean, lastiman y matan como efecto de una violencia doméstica recibida y aprendida, una violencia social que se respira y cuyo análisis excede esta presentación, una violencia producto de patología personal y/o familiar, y finalmente en muchísima menor medida una violencia reactiva a la violencia escolar.

El caso de la masacre de Carmen de Patagones es tal vez una de las trágicas expresiones que grafican precisamente la confluencia de las distintas violencias que confluyeron en la matanza de los estudiantes.

Un padre sumergido cotidianamente en una profesión violenta que lleva a naturalizar la portación de armas. Por ende un arma depositada al alcance como si se dejara una agenda sobre la mesa, una patología individual, o familiar, depositada en el Joven que sobrecompensaba sus carencias afectivas con identificaciones negativas que trasmiten el culto a la muerte, propia y del otro. Una personalidad “rara”, también naturalizada que en la escuela se traducía en conductas de burla, segregación y autoaislamiento. Varios alertas que no fueron teniendo en cuenta ninguno de los protagonistas de la convivencia cotidiana con el futuro agresor. Con esa bomba activada solo era menester esperar en que momento la patología terminaba de madurar, cualquier hecho fortuito activaba el mecanismo y se producía el pasaje al acto.

Nada se hubiera solucionado escuchando el clamor de los organismos internacionales tanto de niñez como de educación y sus representantes argentinos bregando por una baja en la edad de imputabilidad.

No se trata de represión sino de prevención y mas educación.

Volviendo al caso Carmen de Patagones desde el análisis posterior parece que hubiera sido simple evitarlo. Sin embargo nada mas lejos de la verdad porque estamos hablando de mecanismos fuertemente arraigados y naturalizados que no van a ceder por generación espontánea sino con un trabajo constante que haga al reencuentro de la escuela y la familia.

Hoy muchas familias van a la escuela a controlar como se educa a los hijos en lugar de asumirse como parte complementaria de esa tarea que la escuela sola no pudo, no puede y no podrá.

Hoy el docente está solo, de la misma manera que en la antigua educación autoritaria- bancaria, el niño estaba solo.

Los expertos estudian con creciente preocupación la intimidación que algunos chicos ejercen sobre otros · La incapacidad de los mayores para detectar estos casos propicia el desborde violento del amenazado, decía la Lic. Eva Giberti.

“Los adultos privilegian su preocupación por la inconducta de los chicos cuando alborotan en el aula, cuando agravian a las maestras, o cuando se exhiben armas, pero la experiencia muestra la falta de alerta de los padres y docentes acerca de la intimidación. Suele suponerse que los chicos no acusan recibo de las permanentes "cargadas" que otros chicos ensayan y entonces se pierde la oportunidad de caracterizar esta forma de violencia encubierta que, además, precisa de la alianza tóxica entre quien la ejerce y quien la soporta; desconocerla impide o dificulta intervenir en ambos niveles.

Intimidar a un compañero no es un hecho nuevo en la historia de la escuela y forma parte de los procedimientos que se practican en los grupos de pares; pero todavía cuenta con la ilusión de aquellos adultos que no logran asumir que niños y niñas tienen su propia producción cultural la cual también ocupa los espacios de las violencias —con sus propias singularidades— constituyéndose en fenómeno político problemático. Cuando, después de un episodio de violencia contra un alumno los compañeros descubren el secreto, suele ser tarde. En este modelo de intimidación-silenciamiento (vacío de denuncia) se evidencian las relaciones de fuerza que se oponen y que operan ejercitándose en diversas formas de poder sin solicitar la autorización de la institución escolar.”

 

Fernando Savater decía: a La Nación : "Si la sociedad es violenta, la escuela también lo será, porque no es una burbuja aislada. De alguna manera, está traspasada de todo lo que ocurre en ella. Esa violencia debe combatirse por medio de la sociedad; no puede quedar en manos del maestro que sólo puede colaborar en su medida. Un medio de acabar con la violencia no es terminar con los violentos, sino con las injusticias."

En la escuela se producen a diario actos violentos, y no debería sorprender siendo estas, escuela y violencia, integrantes de la sociedad. Los niños son testigos constantes en la calle, el hogar y las pantallas de que la violencia es el paso mas corto para resolver los conflictos. ¿Cuáles serían las razones para no recurrir a este método aprendido por constancia de estímulo en múltiples escenarios.?

 

En una serie de notas sobre la crisis de la educación el diario de Los Mitre decía: “Las normas morales se resquebrajaron cuando la educación perdió su función tradicional en la formación de los jóvenes. Antes, padres y maestros asumían el deber de transmitirles un cuerpo de conocimientos y de valores, de introducirlos a la cultura y de desarrollar en ellos el respeto por la condición humana. Estos objetivos se cumplen cada vez menos porque se erosionó la jerarquía moral imprescindible para que los adultos puedan ejercer su autoridad.”

Interesantes afirmaciones pero que merecen algunos señalamientos. Los métodos, no los objetivos de la educación se han puesto en crisis a partir del avance de los derechos de los niños y el docente, pese a haber sido agente esencial en el cambio, no acierta a ubicarse aún en su renovado rol, mas participativo, menos disciplinario pero no necesariamente horizontal. Hay una confrontación de su misión clásica, similar a la ocurrida en la familia con la caída del padre padrone. El gran desafío es garantizar la enseñanza desde el ejercicio de los derechos fundamentales y las metodologías democráticas. Democracia que no significa abolir las responsabilidades que cada uno conlleva.

Es en ese reacomodamiento de roles escolares y familiares por donde se filtra y hace estragos la violencia en sus distintas formas. No es sacando las tropas a la calle como vamos a solucionarlo ni poniendo la Convención Internacional por los Derechos del Niño en manos de abogados penalistas.

 

La tarea de prevención nos compete a todos sea cual fuere el eslabón social o el sector donde nos desempeñemos. Como padres, madres, educadores debemos exigir a nuestros gobiernos que nos provea los elementos pero desde una concepción participativa y compartida con la escuela. Sin ello los gobiernos aparecen, cuando aparecen, prometen y luego siguen en su alocada fiebre de campañas electorales y encuestas para medir cuanto afectó tal o cual hecho en su capacidad de reelección.

Carmen de Patagones nos mostró un gobierno provincial de reacción tardía que como gran novedad recurrió al clásico de armar una comisión de notables que propondría soluciones. A siete meses de ello nada sabemos.

Mas patético aún fue el accionar del gobierno de la Ciudad de Bs. As ante la masacre de Cromagnón intentando desentenderse de las evidentes responsabilidades, montando un show mediático y mintiendo medidas que jamás se tradujeron en realidades en los establecimientos educativos. Tengan buenos días.

 

Buenos Aires, abril 8 de 2005